En busca de Marta, la suave Marta

Es tan discreta ella que no quiere ni estar ni que se le espere. Es la antítesis del político porque huye de los focos, de las cámaras, de los periodistas, de todo aquello que le exponga de manera gratuita al comentario, la crítica y el qué dirán. Ella es Marta, la consejera de Fomento del gobierno regional, amiga de la presidenta, que desde que tomó posesión del cargo, nunca mejor dicho lo de cargo porque lo lleva con mucho esfuerzo, no ha dado que hablar ni para bien ni para mal. Su labor es tan desapercibida que un empresario de la construcción comentaba el otro día que en su agenda no cabe el dolor de cabeza que producen aquellos que piden y piden y piden para emprender, es decir los que buscan trabajo para crear riqueza. No en vano su Consejería es de la que ha recortado con más ahínco, como si todos los ajustes tuviesen que recaer en Fomento. De ahí la nada tan absoluta que existe de obra pública en la región, que más parece un páramo que una tierra de oportunidades.

Esa política, decimos, la aplica con total seguidismo Marta, amiga de la presidenta, que también utiliza el de para dar abolengo al apellido, a la que le viene el cargo, ¡cómo le pesa!, como a Cristo una escopeta. Será porque es abogada del Estado, algo tan sesudo que le impide entender que si la Administración no invierte cuando el sector privado está muerto, no hay beneficio, no hay riqueza, no hay puestos de trabajo. Por ello, porque no siente la presión del consejero que se tiene que ganar el favor del jefe, es neutra, ni frío ni calor, en su quehacer diario. No fotos, no ruedas de prensa, no información de lo que supuestamente hace. No, en definitiva, a hacer política cuando nada tiene que vender.

Esta albaceteña llegó de la mano de su amiga la presidenta y ya tiene bastante. Se acabaron los tiempos en los que los consejeros tenían que aportar a la acción de gobierno. Estamos en los del padrinazgo, se valga o no, y punto. Por eso a Marta no le puede la presión y hace discurrir su ejercicio con calma, con tanta calma que nada se mueve a su alrededor. Es como si tuviese migraña crónica y buscase el aislamiento, la oscuridad, el silencio, para curar su dolor. A Marta no le duele nada, ni Dios quiera, y por ello transcurre tan pancha, a su libre albedrío, con la agenda huérfana y procurándose un horario de ocho a tres, es un decir, para garantizarse la paz.

Marta es discreta, muy discreta, lo que le granjea pasar desapercibida allá donde vaya. Pero lleva tan a la raya la discreción que desnuda el contenido de la Consejería que dirige y la convierte en poco más que un negociado. Dicen los que tienen la oportunidad de hablar con ella que de su boca nunca sale nada malo ni nada bueno. O sea, para estirarse de los pelos.

Dicho todo lo anterior, a la suave Marta le queda un año y medio por delante y todavía no se le conoce proyecto alguno que llevarse a la boca. Se diría que representa a la Consejería "florero" del gobierno de Cospedal. Y lo peor, puede ocurrir que se le pasen los cuatro años y no tengamos noticias de Marta, batiendo así el record de inmersión y anonimato. Pero no se me apure, que no tiene por qué temer si su amiga la presidenta así lo demanda. Mientras, los empresarios elevan sus plegarias a Santa Marta pidiendo que se le encienda la bombilla y la luz de la inversión pública resplandezca. Claro, que a lo peor se está reservando para dar lo mejor de su capacidad en el último año. Entonces, si llega ese momento, habremos encontrado a Marta, la desconocida, la discreta, la suave, la abogada del Estado. Sí, esa Marta que ahora ni está ni se le espera. Los empresarios siguen buscando.