MANUEL JULIÁ.- Un espíritu libre y oscuro

Tengo los libros de Cohen llenos de subrayados y poemas primerizos escritos en sus páginas. Los leí dialogando con sus versos y siento que era escritura de un espíritu hermano. Las metáforas traspasaban hasta mi sombra para llegar a cualquier rincón de mi alma capaz de entenderlas. Eso que hay más allá del sentido de las palabras es lo que dominaba Cohen. Un corazón lleno de ironía, dolor, belleza y sombras asomaba en sus versos. Era la mano del perdido. Era la mano del que no sabía dónde está la verdad pero al cabo se abre para ofrecerse. Los libros de Cohen están viejos. Los he leído varias veces y ninguna he dejado de perturbar su paz con mi propia guerra. Ahora que ha pasado algo de tiempo, y además Cohen ha llegado a su última palabra, quiero recordarme en su lectura, en esos subrayados que se agarran a la mano de un genio, y a la vez se hunden con ella. Ojeo "La energía de los esclavos" y vuelvo a pensar en lo que pensé cuando leí "mi piel está hecha de estrellas que me dicen lo que debo hacer". Sentí entonces la luz de la mazmorra. "Soy invisible para la noche". Ahí está ese profundo optimismo que destella Cohen después de torturarse.

Los leí varias veces en tardes de invierno, días de ocioso verano, penumbras otoñales que dotaban de un hermoso sentido a su lucidez amarga. Eras tan hermoso como canción, quiero decirle con un telegrama que vaya desde la vida a la ausencia. Bellos y agudos versos Leonard, escritos a mil besos de profundidad, nos dejas. Desean desvestir el mundo, no sufrir por el amor, no perderse en la angustia de la imperfección. En los libros hay señaladores de colorines. Es mi ayer y su ayer. En el "Libro de la misericordia" Cohen como profeta humano, terriblemente humano. "Bendice al Señor oh alma mía, que te hizo cantante en su santa casa para siempre". ¿Cantarás ahora donde no hay ahora? ¿Habrá triunfado la misericordia sobre el negro vacío? Déjame estar contigo otra vez compañero absoluto. Voy a buscar en tus libros el secreto de la oscuridad. Quiero gritar contigo desde mi derrota, mostrando extraña luz en la vida extraña.

Lorca sonó en su voz desnudo, encendido, más enigmático que nunca. El andaluz dejó caer espuma de luna sobre su corazón. Una lente mágica. Dos poetas que se miran y la verdadera poesía emerge. Ya no hay nieblas ni velos ni distancias ni sombras. Es la luz que el poeta nos entrega en sus palabras y su música. Ya estás en el viaje al país sin descubrir Leonard. Tu canción es más sagrada. Tu oscuridad se convertirá en más belleza. Tu belleza será una verdad entre lágrimas de algodón. Dios te ha abierto los ojos y dejas de estar en la vida. Ahora podrás erguirte sobre tu cuerpo muerto.

Manuel Juliá