De la pasta de dientes al Estado Federal

A veces en ciertos tiempos muertos me gusta leer prospectos de medicamentos, las instrucciones de cremas o de la gran cantidad de productos que almacenamos en repisas o cajones del cuarto de baño. Muchas veces se empeñan en poner las letras tan pequeñas que te dejas los ojos pero en fin, resulta curioso comprobar que gran parte de todos esos productos, pasta de dientes, gel de baño estén fabricados en Cataluña o la Comunidad Catalana, o el País, o la República Catalana...

Puede que si fuera catalán pensara otra cosa pero soy mesetario tolerante y, como les sucede a muchos amigos, el asunto nos preocupa y a veces nos supera. Pero no nos gusta, rechazamos el denominado “procés”, nos fastidia porque sabemos que detrás hay una maraña de intereses y de manipulación, el interesado in crescendo exponencial de unas reivindicaciones que han dado buenos réditos electorales a políticos nacionalistas; escuchamos a otros más drásticos que exigen medidas radicales, que ya odian a todos los catalanes, que proponen no consumir ninguno de sus productos... Leemos artículos de especialistas como el que publicamos en dclm: “Sobre el llamado "derecho de autodeterminación" de Cataluña: ni derecho ni pretensión ética justificada”, de José Manuel Rodríguez Uribes.

Desde una visión mezquina y cortoplacista que pervierte la realidad e impide la unión de fuerzas para alcanzar las mejores soluciones, contemplamos también el lugar común, la naturalidad con que muchos políticos utilizan cualquier problema, un atentado inmisericorde, el uso interesado deplorable que tampoco contribuye a buscar soluciones inteligentes, acordadas, las mejores perspectivas para los ciudadanos desde el pincel que dibuja al arte de lo posible. No queremos que se produzca ni una desgracia más, el destino origina ya el choque de suficientes trenes, confiamos en un acuerdo que tampoco sea lesivo para comunidades autónomas como la nuestra, que no vuelvan a dejarnos de lado porque seamos menos exigentes: queremos exactamente los mismos derechos que confiera un supuesto Estado Federal a cualquier otra nación, ni uno más ni uno menos.

Confiamos en la cordura igual que confiamos en nuestra pasta de dientes favorita, venga de donde venga.

elObservadorDCLM