La mentira se complica

Existen pequeños pecados que se confiesan a medias; otras veces se maquillan levemente las verdades y eso le cuela al cura aunque no al cielo. Pero ¡ay! las grandes mentiras, las que van calando como lluvia fina y arraigan con los años, las que crean adeptos que llegan a creer en ellas más que los propios mentirosos...Esas grandes mentiras de la historia terminan por hacer aguas, abren heridas o causan un millón de muertos entre hermanos. 

En una nueva fase de enmendar, remendar o merendarse lo dicho, la gran mentira se transforma en caos, una confusión para intentar que parezca lo que no es y que se pueda acoplar a los diversos gustos sin molestar a unos y a otros: al final, molesta a todos. A la masa que ya estaba convencida de levantarse con una República aunque fuera sin Planeta, sin cavas para brindar, sin bancos para financiarse, sin Edreams, los viajes de nuestros sueños.

No hemos podido evitar recordar a Cospedal con aquello del finiquito en diferido en forma de simulación cuando Puigdemont ha dicho si pero no. Porque la verdad,  fraguar toda una secesión, una república independiente como resultado de un referéndum tan chapucero daba un poco de risa si no fuera por la gravedad y la angustia del asunto, por los millones de personas con el alma en vilo y las banderas en sus balcones.

Para destruir una gran mentira es preciso fulminar a los mentirosos de nuestras vidas políticas, enterrarlos en el mar y sembrar nuevas semillas de paz, solidaridad, entendimiento y concordia. Y eso no puede hacerlo Rajoy, es evidente.

elObservadorDCLM