Mendigando eternidades

“Mendigando eternidades / Mendigos piden a mendigos / Lo que no tienen ni pueden darse /
Traspasar los siete mares / Espejismo tatuado
Laberinto de conciencia y nacen cantes / Ser errante
bandolero de galaxias y fronteras infinitas / ¡Cuánto viaje! ¡Cuánto viaje!!! (Techarí. Ojos de Brujo)

Acabar con el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento e incluso la muerte. No es ciencia-ficción. En 1998 se fundó la Worl Transhumanist Association, una organización internacional no gubernamental que desde entonces trabaja en la transformación de la actual raza humana en la llamada posthumana. Algunos de los creadores del Transhumanismo han querido ver en sus planteamientos un nuevo Renacimiento, una nueva era en la que el ser humano vuelve a tomar las riendas de su destino modificando lo que se considera innecesario o indeseable: “El movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad y la deseabilidad de mejorar fundamentalmente la condición humana a través de la razón aplicada, especialmente desarrollando y haciendo disponibles tecnologías para eliminar el envejecimiento y mejorar en gran medida las capacidades intelectuales, físicas y psicológicas”.

Pronto, el Transhumanismo sembró un buen número de dudas, la primera que no todos los humanos podrían disponer de la tecnología para evitar el envejecimiento por lo que convivirían en el Planeta seres privilegiados que pudieran pagarse los tratamientos para convertirse en posthumanos, con aquellos mortales aún sumidos en el sufrimiento, el dolor y la decadencia: los viejos humanos.

Hasta ahora es como hemos funcionado y no parece que la sanidad pública pueda permitirse, al menos en una primera fase, atender a la avalancha de “replicantes” mendigando sus eternidades. El Blade Runner de 1982 fue sin duda un anticipo de seres artificiales que luchaban desesperadamente por evitar su caducidad.

Los propios transhumanistas son conscientes de estos y otros problemas éticos por lo que también se proponen “El estudio de las ramificaciones, promesas y peligros potenciales de las tecnologías que nos permitirán superar limitaciones humanas fundamentales y el estudio relacionado de las materias éticas involucradas en desarrollar y emplear tales tecnologías”.

Cuanto más se profundiza en el asunto, surgen nuevas dudas y no solo la brecha genética modificada que amplía la ya existente entre ricos y pobres, con la existencia real de seres superiores que vivirán más años en un mundo feliz, el supremacismo de las nuevas razas. El Departamento de Defensa de Estados Unidos hace tiempo que se mostró interesado en “las ventajas en el campo de batalla que proporcionarían los supersoldados”.

Preocupa también que algunos de los primeros potenciales beneficiarios quieran acelerar el proceso cuando aún no esté suficientemente experimentado. Preocupa dónde se realizarán los experimentos. Preocupa la idea, también expresada, de trasferir las conciencias a un ordenador que ya se ha denominado “dios posthumano”. Preocupa que por la calle nos crucemos humanos, posthumanos, con biorrobots, clones o quimeras sin que surja una guerra de castas...(¡Ya existen nacionalistas supremacistas entre los humanos!). Preocupan expresiones ya utilizadas como “cría selectiva de humanos”. Preocupa que las nuevas biotecnologías sirvan a los intereses de las corporaciones que ya han demostrado nula conciencia sobre posibles consecuencias del proceso en la sociedad o el medio natural.

El astrónomo británico Martin Rees aseguró en “Nuestra hora final” que este avance “traerá consigo tantos riesgos de desastre como posibilidades de progreso”.

Los transhumanistas han buscado respuestas para estas y otras cuestiones y sus teóricos aseguran que intentarán “aplicar la razón, la ciencia y la tecnología para reducir la pobreza, las enfermedades, las discapacidades y la malnutrición en todo el mundo”.

Sea como sea, está llegando.

elObservadorDCLM