Castilla-La Mancha no es un lugar de paso, soplan vientos favorables

Castilla-La Mancha no es un paréntesis yermo de kilómetros de llanura entre la vorágine de Madrid y las playas ansiadas de Levante o Murcia donde los viajeros buscan ávidos huir del tráfago diario de obligaciones cotidianas, atascos irremediables y desvelos nocturnos. Ya no es tampoco una simple tierra de paso para vehículos pesados que recorren sus carreteras de madrugada con la cuenta atrás de los relojes que marcan los mercados de mayoristas. Ha costado mucho que el erial de poblachones manchegos que describían algunos en el siglo pasado se haya convertido en una región para estar y quedarse, con parada y fonda para el sosiego y la contemplación del patrimonio histórico, artístico y monumental. Y para llevarse el buen sabor de boca de la rica gastronomía. 

La ocupación hotelera en Castilla-La Mancha alcanza el 80% y la previsión para los alojamientos rurales es de un 90% en esta Semana Santa. Unos porcentajes que quizá a muchos no les parezcan suficientes, pero que son especialmente importantes si pensamos que nuestra comunidad cuenta con más de 32.400 plazas hoteleras y 11.637 de alojamiento rural repartidas entre las cinco provincias.

Desde la tarde de este miércoles hasta el domingo, se espera un intenso flujo de turistas procedentes en gran medida de las comunidades vecinas como Madrid, Comunidad Valenciana o Murcia, así como del extranjero. Llegan a Castilla-La Mancha atraídos por el patrimonio artístico y monumental, en el caso de las ciudades patrimonio de la humanidad como Cuenca y Toledo que lucen más si cabe estos días de Semana Santa, así como por el patrimonio escultórico de los pasos religiosos de las distintas procesiones que discurren diariamente por las calles de las distintas localidades.

"La Mancha: surco en cruz, ámbito, ejido / parador del verano, en cuya anchura / un ave humana vuela a media altura, / ya tantos años viento azul perdido...", escribió Eladio Cabañero. Redescubrir sus versos, el "aire y el silencio" de sus palabras recitadas, la belleza desnuda de su poesía (y la cultura de tantos otros creadores oriundos) es otro aliciente para estos días de asueto, donde un nuevo frente frío puede dejar en suspenso la eclosión de la primavera sobre la silueta enhiesta de los molinos, recortándose en el cielo azul, o los pináculos gallardos de las catedrales que los flashes de las cámaras querrían inmortalizar, sin el claroscuro de los nubarrones grises que, sin embargo, aliviarán unas tierras más sedientas de olvido y postergación que de lluvias.