Al Presidente de la Federación de Caza de Castilla-La Mancha: ¿La caza como un modo de vida?

El presidente de la Federación de Caza de Castilla-La Mancha, Agustín Rabadán, ha hecho un llamamiento a la participación en las concentraciones que tienen como fin “defender la caza como modo de vida” y “exigir que se ponga fin a la escalada de insultos, agresiones y ataques que sufre el colectivo por parte de animalistas y ecologistas con la connivencia de las administraciones públicas”.

No se sabe bien qué quiere decir Rabadán cuando asegura que debemos defender la caza como modo de vida porque no es precisamente la vida lo que van sembrando los cazadores por esos montes de Dios. Todo lo contrario, su deporte, su afición o su negocio se basa en matar. Ya se que es duro decirlo y que lo que matan son animales y no el tiempo y que los animales son nada más que eso, animales. A los animales los creó Dios para que los cazadores acabaran con su vida. Los animales nacen, viven y mueren como nosotros, aunque muchos salgan a disfrutar o a buscar alimento tranquilamente al campo, reciban un certero disparo y pasen así a mejor vida en un suspiro, como modo de vida de los cazadores y de sus amistades. En las cacerías se hacen buenos amigos con los que se arreglan también buenos negocios y da gusto ver a las damas de compañía con sus escopetas, aguerridas amazonas, ataviadas con bonitas prendas y con sereno punto de mira.

No siempre es así. Otras veces los cazadores son personas pobres sin recursos que apenas tienen comida que llevarse, a su boca, a la de sus esposas y a la de sus polluelos que son sus hijos. Entonces, el padre de familia sale de caza con la esperanza de que ese día haya algo para comer en el puchero o en el microondas. En ese caso tiene razón Rabadán, la caza es un medio de vida para los pobres de España que son cada vez más, mientras otros se marchan de cacerías para hacerse luego la foto con los bonitos e inertes trofeos obtenidos. Como modo de vida. Existe, obviamente, mucho de ironía en todo esto.

Hay que considerar evidentemente que la caza podría ser un negocio igual que en su día lo fue la esclavitud y también lo es la trata de blancas, o las corridas de toros. No es por meter todo ello en el mismo saco pero se trata de negocios, modos de vida de muchas personas. Algunos esperamos que en el futuro, en el tiempo que hayan llegado futuras generaciones, estos negocios se hayan sustituido por otros que tengan por objeto conseguir la felicidad de muchas personas, de todas las personas y de todos los seres vivos que pueblan el planeta, incluidos los pobres animales que no son más que eso, pobres animales a los que hay que perseguir y masacrar por voluntad de esos seres humanos que son los amos de las fincas y del planeta.

Pide, no, exige Rabadán que “se ponga fin a la escalada de insultos, agresiones y ataques que sufre el colectivo por parte de animalistas y ecologistas con la connivencia de las administraciones públicas”.

Puede que no entienda el Presidente de tan loable Federación que existan personas, cada vez más por cierto y por fortuna, que se sienten insultadas, agredidas y atacadas por la práctica de la caza y que esas personas tienen el mismo derecho a manifestarse que los cazadores, aunque sin armas ni cartuchos, sin disparar a un ser vivo con la intención de quitarle lo más importante que tiene, que es precisamente la vida. Aquel animal que cantaba, volaba o procreaba en sus nidos. Ave que vuela, a la cazuela: adiós nidos, adiós huevos, adiós padres y madres de los perdigones, las pequeñas y saltarinas liebres y otros animales de mayor rango, que solo sirven para conferir más prestigio a quien los abate y los exhibe como trofeo.

Exijan, manifiéstense, reclamen un arma para cada ciudadano en esta selva en la que solo sobreviven los más poderosos, los únicos seres con inteligencia y conciencia reflexiva, capaces de asumir la plena conciencia de sus actos. Entre ellos, sembrar el terror en la mayoría de los animales que un día, hace ya mucho tiempo, no salían huyendo, despavoridos, ante la presencia de los seres humanos, sobre todo de los que portan botas y cañones.

Aunque para alcanzar ese recuerdo tal vez haya que remontarse al Paraíso.

Theodora Miralles.

(un ser humano).