¿Tu también, Pablo?: abandonar el sur y perder el norte / Julio César Galapagar

Todas las comparaciones son odiosas, pero pretender comparar el viraje del PSOE, y específicamente de su líder, Felipe González, hace de 30 años en relación con la OTAN, con la compra de una vivienda de Pablo Iglesias en Galapagar es un eructo de la inteligencia.

Ciertamente, Felipe González, condicionado por presiones externas potentes, con una cierta idea de país en clave de afinidad europea y  con el apoyo parlamentario de 202 diputados, pensó en  “socializar” entre sus fieles los pelos que se dejaba en la gatera cambiando la orientación de su voto respecto la pertenencia de España a la Alianza Atlántica. ¿OTAN? De entrada no. Pues de salida, Sí.  

Este cambio de discurso del PSOE ha servido, sorpresas de la vida, para que la historia contemple en este punto a Felipe González como un hombre de Estado, como un líder carismático de partido y como un joven dirigente con arrojo personal.

Lo de Iglesias y su chalecito, el entrañable proyecto vital con su compañera portavoz, el colegio público de los nonatos que animó la compra… unido al deseo de que sus simpatizantes le absuelvan políticamente no tiene un pase, se venda como se venda. Establecer paralelismos entre la OTAN y Pablo Iglesias es llamar imbécil al personal a la cara.

Un rebelde con causa como Pablo tiene derecho a una casa. Y si es una buena casa, mejor. No deja de ser el resultado del sumatorio de dos buenos sueldos de 5.000 euros al mes cada uno, aproximadamente. Más posibilidades tendrán, lógicamente, que dos de sus jóvenes votantes en paro y con un bebé.  

El problema surge cuando la distancia entre tu causa y tu causa, antes, era tan sideral y, ahora, son vecinas y comparten piscina y vistas al Escorial. Cuando maldices la seda y a la primera de cambio vistes de Dior, pues ya se sabe:  “la cagaste Burt Lancaster”. 

Se lo ha dicho su compañero Kichi que gobierna la ciudad de Cádiz, capital de la provincia más paro de España. Lo que le dicta su conciencia lo ha dejado escrito: “quiero seguir viviendo como un currante”. O en el nuevo lenguaje de Iglesias  “con este asunto, bromitas las justas”.

Sobre el  jefe de Podemos ha caído de golpe todo el Testamento: quien a hierro mata a hierro muere; con la medida que juzgues serás juzgado, ves la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio…. También las redes sociales. Con ellas cavó su trinchera “anticastas” y con ellas ve con vértigo el abismo bajo sus pies .

A Iglesias le están leyendo el Evangelio aunque algunos fragmentos sean del Antiguo Testamento, porque los ciudadanos pueden ser de izquierdas o de derechas, religiosos o ateos, sin que dicha etiqueta les obligue a ser gilipollas.  

Cuando el profesor e ilustre paisano de Vianos (Albacete), Juan Carlos Monedero, dijo cobrar por un trabajo en una Universidad bolivariana 400.000 boniatos (los declarase o no a Hacienda) y un catedrático o un investigador medio de Universidad cobra en su unos honorarios mil veces menores por sus trabajos o conferencias,  éste debe pensar: o este de Podemos es un jeta o yo soy gilipollas. Y claro, con diez trienios de docencia, lo último que puede hacer un profesor es autocalificarse de esa forma.  

Al igual que Monedero se fue a Bolivia, Ecuador y Venezuela, el epitafio de Pablo  tal vez sea: “Me fui al Norte”; si bien, cuando empadronado ideológicamente en el cinturón rojo de Madrid, te has inflado a asomarte desde el Puente de Vallecas para ganar votos, cuando has establecido “castas” por doquier para marcar maquete de moralidad, cuando te has puesto por bandera la lucha de clases… , lo lógico es que “la gente corriente” le diga ahora lo que Julio César a Bruto:  “pero también tú Pablo”…

Irse del Sur de Madrid al Norte de la capital no es sólo un viaje geográfico, sino una hermosa metáfora y en una explícita paradoja: perder el Norte.

Querer ahora que tus bases refrenden una opción personal de contradicción moral tan evidente es como pedir a los miembros de una secta que recen juntos hasta la puesta del sol.  Cuantos más grandes sean los rezos, más abrupta será la caída y la autoinmolación.

Julio César Galapagar