¿Necesita el Partido Popular una profunda renovación?

Aunque desde algunos sectores se intente ocultar o pasar por alto esta pregunta, la respuesta es más que obvia. El Partido Popular ha vivido un tsunami de enormes proporciones, una mayoría de diputados en el Congreso ha fulminado con su voto a Mariano Rajoy como jefe del ejecutivo y, luego, el propio Rajoy ha dimitido como presidente del partido. El todo poderoso es ahora registrador de la propiedad.

No ha sucedido todo esto porque sí, no es un episodio aislado: es el final de un largo camino plagado de corrupción y de mentiras a los ciudadanos que colmó el vaso de la indecencia cuando se supo que los jueces condenaban al PP como beneficiario a título lucrativo en una de las muchas tramas que se investigan y que han llevado al banquillo y a la prisión a numerosos altos cargos de la formación política.

Y no se puede olvidar que, durante los últimos años, María Dolores de Cospedal fue con Mariano Rajoy secretaria general del PP y Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta de su Gobierno. Han vivido juntos muchos episodios, han sabido mucho más de lo que cuentan. Ambas, Cospedal y Soraya, aparecen absolutamente vinculadas desde sus cargos y a través de múltiples manifestaciones a ese PP que necesariamente debe limpiarse, de arriba abajo, para que de nuevo pueda presentarse ante los ciudadanos como lo que vendía ser con tanto éxito: el único partido político fiable frente a las divisiones y la escasa preparación de los líderes de las otras formaciones. Una brillante política de comunicación tapaba sus intrigas, su escasa preparación para dirigir el país y, al tiempo, despedazaba la imagen de los otros líderes.

Con muchas piedras en el camino, propias y ajenas, el PSOE hizo ya su propia travesía y se encuentra ahora en su mejor momento tras una renovación imparable y tan compleja como bien aprovechada en su día por el resto de las formaciones.

En medio de tanta podredumbre, que afectaba entre otros a Cospedal y Soraya en sus distintos y destacados ámbitos de responsabilidad, el PP era un partido experto en freír ordenadores, repartir sobres y silenciar los cuchillos que volaban en su sede de la calle Génova.

Durante esos años, la guerra de ambas lideresas se fundamentaba en los cargos donde lograban situar a sus peones para recibir sus apoyos en una eventual salida de Rajoy, algo que finalmente se ha producido.

Hay varios bandos.

El proceso de elección de presidente del partido por los militantes es nuevo en el PP. Estarán sometidos desde el minuto cero a una lluvia radiactiva de captación de su voto. Pero ellos saben mejor que nadie lo que se juegan si quieren de verdad crear la sensación de que ningún lodo del pasado de arrastrará hacia el futuro.

DCLM