Monseñor Romero: El hombre que cargó con el destino de los pobres / Paloma Moratilla

Entramos en la recta final de la colección “Memoria y Gratitud” y va siendo fácil adivinar cuántos lectores se mostrarán curiosos ante este texto. La palabra “Monseñor” ubicada por delante del título, hará que muchos de ellos pasen de largo esta lectura. Que su curiosidad no le empuje a leer el presente artículo. Es posible que el criterio que la sociedad, en su conjunto, tiene de la iglesia católica haga que se evite, se obvie, o lo olvide.

Sin embargo el nombre de Monseñor Romero dentro de este grupo de personas de alma grande que Teo Puebla homenajea en la exposición MEMORIA Y GRATITUD nos recuerda a Santa Teresa porque “las comparaciones son odiosas” y también a la sabia frase de los buenos oradores, esa que dice que “No se puede generalizar” porque cada persona es un mundo diferente con sus criterios, sus ideologías y sus creencias. Cada uno calza sus propios zapatos y es la bondad humana de cada persona, la que empuja a los sujetos a vivir para uno mismo, para su familia o para una colectividad. Monseñor Romero pertenecía a este último grupo.

Todo ello es más fácil de entender si contamos que su última homilía dirigida a la clase gobernante de El Salvador, fue considerada la mecha que se encendió, para que 24 horas más tarde de ser pronunciada, una bala del calibre 22 hiciera diana en su corazón arrebatándolo la vida, justo en el momento de la comunión.

Romero dirigiéndose a la clase gobernante del país, pronunció las siguientes palabras: “En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada vez más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, que cese la represión“. Esta no era más que una de las tantas que había pronunciado en los últimos 3 años cansado de acusaciones a los jesuitas, de expulsiones del país a sus compañeros, de asesinatos, atentados y amenazas de cierre a los medios de comunicación eclesiásticos. El propio Romero ya había sido “blanco” de una bomba escondida en un portafolios negro que alguien colocó en el altar pero en aquella ocasión fue posible evitarlo. La Fiscalía general no hizo investigación alguna al respecto, lo que arrojaba mucha claridad sobre quiénes eran los que querían acabar con su vida.

Tan solo 15 días después de aquella bomba, el 24 de marzo de 1980 la bala si hizo diana arrebatando la vida a quien había luchado siempre por los más necesitados, los más débiles. Siendo la voz que se levanta contra el gobierno injusto que explotaba y mataba a los campesinos. Que aplicaba la violencia en las calles y que hacía desaparecer a quienes no opinaban a favor del régimen impuesto. Romero  desde el púlpito de la iglesia, tan solo reivindicaba el cese de la violencia, pero la violencia era el propio gobierno, el propio régimen. Una persona de seguridad del entonces presidente fue quien apretó el gatillo, aunque Romero ya lo intuía y se había anticipado con sus palabras, cuando en otra de sus homilías dijo: ” De nuevo son los pobres los que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido…La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y esto no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres…” .

Monseñor Romero podría haber llevado sotana, o no. Podría haber nacido en El Salvador o en Brasil, e incluso ser hombre o mujer, da igual. Nació con unas inquietudes, unas creencias y la valentía suficiente como para no consentir que nadie acallara su voz, porque cuando el eco de sus palabras fueron silenciadas por una bala aquella tarde de marzo, otras voces clamaron en su nombre y aún hoy lo siguen haciendo. Tal vez esto tenga mucho que ver en que Latinoamérica respete con mayor intensidad al clero y a las misiones; mucho mas que en cualquier otra parte del mundo.

Paloma Moratilla

Reflexiones ante la obra de Teo Puebla "MEMORIA Y GRATITUD" (9/13) 

Aviso al Lector: El Diario de Castilla-La Mancha acerca cada sábado a los lectores la obra del pintor toledano Teo Puebla, perteneciente a su próxima exposición titulada MEMORIA Y GRATITUD