El machismo que envilece a la política

Inés Arrimadas es esa política catalana sometida a una presión social que se fundamenta en las consignas nacionalistas, agravadas con los planteamientos machistas de quienes en realidad no hablan de política, sino de imposiciones unilaterales que distan mucho del concepto de la palabra democracia.  

Se puede estar de acuerdo con ella o simplemente en desacuerdo. Se puede ser naranja, morado, verde, azul o rojo. Se puede hablar más deprisa o más despacio. En catalán o castellano, porque lo bonito de la vida es precisamente que no todos somos iguales. Pero lo que es imperdonable es que se somaticen comportamientos enfermizos de algunas personas en contra de otra solo por el hecho de ser mujer y pensar diferente. 

Decía Voltaire "No comparto tu opinión, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla" y eso mismo deberían pensar quienes increpan al oponente político y en particular, en este caso, a la ganadora de las elecciones catalanas. No es fácil comprender la crítica política basada en el sexo. No se deberían compartir los insultos masivos, el acoso social ni las consignas de partido que vayan contra una persona, porque en política no deben prevalecer los criterios personalistas sino los ideológicos. 

Podemos sentirnos ideológicamente muy lejos de Inés Arrimadas, pero deberíamos rechazar los comportamientos que incitan al odio o a la venganza imposible solo porque alguien no piensa de la misma manera que nosotros, porque eso si es fascismo. Arrimadas tiene derecho a pasearse por la calle sin escuchar insultos ni recibir empujones. Tiene derecho a manifestar su opinión así como defender su ideología. Ella y todos los ciudadanos españoles que pueblan esta tierra, porque querer ser independiente o independentista no debe ser sinónimo de mala persona, ni de intransigente, intolerante ni mal educado. 

Arrimadas merece críticas políticas cuando está en un error, pero el remedio no es el insulto, sino demostrar que está equivocada y hacerlo con acciones o discursos políticos, no con palabras mal sonantes o frases arrabaleras, porque esto no es confrontación política, sino gritos barrio-bajeros que denuestan aún más la política de nuestro país. No es necesario hacerle bulling, ni utilizar para ello simbolos sexuales, que avergüenzan a los ciudadanos y  apagan toda ilusión de querer luchar por un mundo mejor. Alejan a los jóvenes de la política o les hacen tener un criterio diferente al real. Todo ello se ve mucho más agravado cuando se contemplan esas críticas machistas que rodean la consigna política de turno, porque al fin y al cabo el insulto es el arma del ignorante para defender su incapacidad de dialogar.  

DCLM