Fernando Alonso y el empedrado / Antonio Martín D'ors

Los resultados cosechados estos últimos años por el piloto asturiano Fernando Alonso no pueden ser únicamente consecuencia de una mala elección de coche. Es irritante observar como, carrera tras carrera, año tras año, se nos pretende convencer de que el que fuera dos veces campeón del mundo es víctima de un contubernio formado por los mandamases de la F.I.A., constructores y pilotos, todos a una contra el españolito. Tras fracasar en Mclaren por culpa de un staff técnico que le puso todas las trabas posibles posicionándose a favor de su archienemigo Lewis Hamilton, (como dice la primera ley del fernandoalonsismo) su carrera como piloto ha ido diluyéndose poco a poco hasta convertirse en lo que actualmente es, un elegía a la mediocridad.

Porque no puede ser que entre los culpables de sus derrotas nunca esté él. En Ferrari (tras un fracasado paso por Renault) fueron las malas decisiones del equipo las que le impidieron ser de nuevo campeón del mundo. Eso durante un par de años. El resto de temporadas fueron la incompetencia de los ingenieros y técnicos a los que se le atribuyó la responsabilidad en sus anodinas actuaciones. En Mclaren, el ridículo esta siendo superlativo. Y, temporada a temporada, resulta más difícil no darse cuenta de que cuando abandona una escudería esta resurge cual ave fénix de sus cenizas con otro compañero a los mandos del monoplaza.

Cada vez a mayor distancia de los pilotos de referencia de la Formula 1 actual, Fernando Alonso vive sus últimos años como deportista de elite en una especie de prejubilación dorada. A fin de preservar su marca (y su inversión) sus actuales propietarios no paran de inventarse falsos retos con los que ayudarle a mantener su imagen de ganador y tratando de disimular la vulgaridad en la que se encuentra su carrera profesional. Retos de segunda categoría como lo fueron los records de la hora para el resto de corredores cuando el ciclismo era dominado casi en exclusiva por el gran Miguel Induraín, y en los que conducir vehículos que están a años luz  de los del resto de competidores hacen casi imposible el fracaso.

Envueltos en la bandera de un falso españolismo (recordemos que el piloto se refirió al ser preguntado por periodistas sobre el conflicto catalán con su famoso “mi posición es no tener posición”) comentaristas deportivos y seguidores entregados a la causa se empeñan en glorificar cada una de sus actuaciones, negándose a reconocer la evidencia de una carrera deportiva en su ocaso y empeñándose en culpar una y otra vez al empedrado. Mientras tanto, en el estomago de los aficionados especializados, cada vez mas hastiados de tanto periodismo de lameculos en los que cada pregunta es una felación frustrada y cada comentario una muestra de servilismo medieval, esta surgiendo una molesta sensación que le empuja a gritar que el otrora Rey está desnudo. Y en verdad que lo está.

Antonio Martín D’ors