Agitadores de la maldad

Desde hace unos días se ha sembrado el odio en la calle y en las redes sociales. Como una virulenta gripe se comparten noticias, videos e imágenes para combustible de la terquedad. Les habrá llegado la imagen de un hombre con la cabeza abierta, supuestamente un agente agredido por un subsahariano queriendo entrar en España. Esas imágenes, son capturas de una agresión que sufrió un hombre a muchos miles de kilómetros de nuestro país con una katana -nada que ver con la inmigración al sur de España-.

En estos días se está cuestionando la acción del Gobierno de Pedro Sánchez de dar tierra al Aquarius en el puerto de Valencia. Lo fácil hubiera sido haber mirado hacia otro lugar o haberlos dejado morir en el mar a las decenas de seres humanos, pero peor habría sido cargar en la conciencia con sus muertes. Se le critica al presidente del Gobierno que fue una maniobra para hacerse la foto, que esa acción atraería a más migrantes a nuestro país -y qué, ¡acaso no vale eso y más la vida de tus padres o de tus hijos!-. Es verdad que estos que cruzan vallas con concertinas o navegan en hinchables vienen con los bolsillos vacíos, no son de los rusos, chinos o árabes que vienen a comprarse palacetes a Marbella.

Estos que riegan con gasolina y prenden con chustas de puro la maldad en sus discursos, se citan los domingos en misa a pedir por los más pobres y para lavar sus conciencias cuando pasan “el cestillo”. Le rezan a Dios y le piden a la Virgen, compran con dinero el ser buenos cristianos.

Las fotos se las han hecho Albert Rivera y Pablo Casado en la frontera del sur. La derecha de España ha coincidido en su estrategia oportunista para hacer ver que solo ellos miran por el interés de los cuerpos de seguridad, pero estos mismo señores cambian el discurso como y cuando les viene en gana. Esto decía Albert:

Pablo Casado en cambio les dice a los ciudadanos de África que sí que podrán venir cuando haga falta gente para trabajar en el campo.

Rivera y Casado no son conscientes de la potencia de sus palabras y desde la posición en las que se expresan. Son representantes políticos y tienen un altavoz con tantos decibelios que deben cuidar para no provocar el odio y el enfrentamiento entre los ciudadanos.

Nadie elige donde nacer, pero sí donde vivir. Imagino que nadie quiere vivir con hambre, y nadie se puede resignar a crecer entre violencia y pobreza por fronteras que ha levantado el ser humano. España, ni Europa son de Albert o de Pablo.

El ObservadorDCLM.