Muerto Franco, se acabó la rabia

Se señalan y se significan como lo que son: herederos de quienes uncieron el yugo sobre los bueyes vencidos. No deberían estar tan alterados los que defienden que el dictador golpista se mantenga en el trono del agrio recuerdo, alegoría vigilante de lo que dejaron bien atado, símbolo de los vencedores, de su casta y de sus galgos, mientras los huesos de miles de perdedores siguen olvidados, desperdigados y despreciados en las cunetas. Eso no era reconciliación. Dicen que el asunto no corre prisa, que el sitial del sepulcro debe mantenerse vivo y que lo importante ahora es acabar con el paro y subir las pensiones. Deben saber que el Gobierno más cercano al nicho del autócrata, el gobierno del PP democráticamente exhumado, nunca tuvo entre sus prioridades ni la reconciliación definitiva, ni mejorar la vida de los ciudadanos herederos de una contienda entre hermanos que dejó a un bando victorioso y a otro atemorizado de por vida, simulando fidelidad al movimiento nacional y a todos sus signos bajo la consabida pena de caer aún más bajo en sus penalidades, ni trabajo, ni comida, ni vida, mirando desde la orilla la herencia que recibió el partido y la partida de afortunados que hicieron acopio de víveres y privilegios para muchas generaciones porteriores.

Exhumados sus restos, se acabó la guerra, ahora sí. Los oprimidos durante tantos años podrán despertar de su autocensura, salir a la calle y mostrar su dignidad, que ya es hora de acabar con el luto, la culpa, el miedo, que ya es hora de ser más iguales, que ya es hora, al fin, de pasearnos a cuerpo. Y a otra cosa.

elObservadorDCLM