La ministra tramposa

Querida Pili:

Es verdad que la venganza es un plato que se sirve frío. Me lo has demostrado sobradamente. Hace años que dejamos de vernos, yo me introduje de lleno en la vorágine de mi formación académica, el trabajo y luego tuve que luchar aún más para buscar mi verdadera esencia que había perdido en el camino. Me vi obligada a romper con muchas cosas y algunas personas a las que alguna vez había querido.

Te aseguro, Pili,  que en ti fue en lo último que pensé cuando me llamó Pedro para preguntarme si quería formar parte de su gobierno, el de la emoción de censura. Acepté, en contra del criterio de algunas buenas amigas entre las que obviamente tu no te encuentras. Excuso decirte cómo hemos obviado hasta ahora las mierdas que encontramos en el fondo de los cajones y debajo de las alfombras. Debemos romper muros de hormigón que nos permitan a todos respirar un aire nuevo.

Entonces empezó todo. Minuciosamente di uno y otro repaso a mi vida, comprobé cualquier posible resquicio de alguna actuación improcedente, títulos, trabajos, notas, rememoré conversaciones y casi estaba ya segura de poder defender mi honorabilidad ante cualquier tribunal por exigente que fuera: Pili, siempre antepuse el tesón al regalo, la ética al camino más corto que otros como tu tomaron.

Entonces estalló todo, aparecieron los titulares, “La ministra tramposa”, me arrastraron por el fango día tras día, luego pidieron mi dimisión. Éramos unas niñas, Pili, juguetonas, inocentes. Es verdad que una vez te hice trampas jugando al parchís en casa de Elena, lo recuerdo perfectamente, avancé una casilla cuando pensé que no mirabas para comerte una de tus fichas, conté 20, entré en casa y te gané la partida. Nos reímos, Pili.

Ahora estoy en el ojo del huracán, en las primeras páginas de muchos periódicos, en todas las tertulias: “La ministra que hacía trampas jugando al parchís no puede formar parte de un Gobierno digno, debe dar explicaciones convincentes ante el Congreso o dimitir cuanto antes ya que las pruebas aportadas sobre sus trampas parecen más que concluyentes”.

Hasta aquí hemos llegado, Pili.

Gloria Gallas