Laura se resistió... y perdió la vida

No es abuso, es violación. Esta vez la víctima se resistió y perdió la vida. Es violación, secuestro y asesinato, aunque el autor confeso de los hechos pretenda hacernos creer que fue un homicidio. 

Laura ya había notado que la presencia de su vecino no era algo que le transmitiera serenidad, sino más bien al contrario, cierta inquietud. Cierto desasosiego transmitido por la mirada de un hombre que vivía solo y que la observaba continuamente sentado en la puerta de su casa. Es difícil creer que Laura le preguntara si sabía dónde había un supermercado, porque una mujer sabe muy bien antes de ir a vivir a una nueva casa dónde está el supermercado más cercano.

Eso es lo que cuenta el asesino. Cuenta que Laura le preguntó por el supermercado más cercano. Que discutieron. Que le dio un golpe en la cabeza y cayo con una pérdida de conciencia al suelo. Cuenta que la recogió, la metió en el maletero del coche y la abandonó a cuatro kilómetros de la localidad en la que ambos residían. 

Nadie con dos dedos de frente puede creer esa explicación. Una mujer que teme una mirada, nunca va a dirigirse a esa persona, cuando en la localidad había decenas de personas con las que había mostrado empatía y podía preguntarles igualmente y seguramente con más confianza, unas risas e incluso un café.

¿Qué razones habría para que discutieran y forcejearan de no ser por haber desoído un NO? ¿Un intento de violación? ¿Por qué razón cayó sin conocimiento al suelo? ¿Por qué la metió en el maletero y no la llevó al centro de salud? ¿Qué razones tenía para abandonarla en medio del campo a 4 kilómetros de su hogar, cuando además el mejor que nadie sabía dónde vivía? ¿Por qué no avisó a la policía, o al médico?

Una versión, la del asesino, difícil de demostrar y de entender. Mucho más cuando según la autopsia se ha sabido que Laura murió de un golpe dado en la frente, dos días después de su desaparición, además de resultar probado que fue violada. 

Ella no esperaba encontrarse esto, ella solo quería hacer ejercicio. Amaba el arte. Disfrutaba con sus clases y estaba llena de ilusión por conseguir un futuro. Manifestó a su novio el miedo al vecino que la observaba sentado en puerta de la casa. La mirada de su “presunto” asesino, o asesino confeso lo dice y su camiseta también. La Justicia tiene la última palabra, pero... Laura ya no está. 

¿Qué opinará de este caso el juez de "la manada"?

DCLM