Regresión

Los titulares de las últimas semanas provocan un vértigo inusitado en la barriga. Ponen al borde de un barranco del que no se ve el fondo. Parece que aires del pasado con un aroma a rancio está invadiendo esa estancia  llamada España.  Sí, ese país de los que algunos se están apropiando de su nombre y sus símbolos enarbolándose como los únicos patriotas y en los que solo dan cabidas a los que piensan como ellos, quedándose el resto en un limbo, convirtiéndose en una suerte de apátridas sin rumbo.

La derecha española siempre se había creído con patente de corso en el tema del patriotismo, pero en los últimos tiempos se han envalentonado de tal manera que parece que el mismísimo Franco volviera a cabalgar por sus campos con la bandera en la mano. El ¿nacimiento? de VOX (entre interrogaciones, porque siempre ha estado ahí disfrazado de centro derecha al abrigo del Partido Popular) está devolviéndonos a épocas pasadas, escuchando argumentos e ideas de hace más de medio siglo y que los demócratas creían superados tras todo lo avanzado en derechos desde la llegada de la democracia a nuestro país.

Los nacidos en democracia aún tienen la despreocupación de la ignorancia y el desconocimiento de la situación, pero los mayores, los que vivieron la guerra, la dictadura y el periodo convulso de la transición se les nota un nudo en la garganta porque están viendo y escuchando argumentos y situaciones para nada desconocidas. Pero el miedo es más a la posible violencia que en esos años era una realidad y que aún no ha aparecido en la actual.

Y es que entre las nuevas generaciones no están las imágenes de los abogados de Atocha masacrados por la ultraderecha, ni de los pistoleros de Cristo Rey o Fuerza Nueva. Una lágrima de rabia se escapa de todos aquellos que arriesgaron su vida y su libertad para que los de ahora tengan el derecho a votar y elegir a sus gobernantes. Un derecho que ahora se está usando para devolver al poder a aquellos que quieren reducir las libertades logradas con tanto esfuerzo, los herederos directos de los gerifaltes de la dictadura franquista.

Sobre el tema de la mujer y la violencia contra ellas es mejor ni hablar. Una vez más asoma entre los defensores de los derechos un atisbo de cólera, porque cuando este colectivo ha acariciado con la punta de los dedos el  poder llegar a la ansiada igualdad entre géneros, se vuelven a oír defensores de un retroceso en su protección y derechos.

El ambiente mundial tampoco ayuda para frenar a la ultraderecha, que va cobrando fuerza, sobre todo desde que personajes como Trump o Bolsonaro lideran países como Estados Unidos o Brasil y los parlamentos europeos sienten el aliento de esta tendencia política que ya ha tomado el poder en Italia y ha cobrado mucha fuerza en Francia o Alemania.

Otro factor clave de este renacer de la extrema derecha tiene que ver con el manejo de las redes sociales y las fake news, aprovechándose de la verdad absoluta, casi celestial que para muchos tiene Internet, lanzando mensajes envenenados en temas tan sensibles como la inmigración tras la crisis de refugiado que ha vivido Europa en los últimos años.

Parece que todo vuelve, y la ultraderecha no iba a ser menos, la historia se repite, pero a lo mejor esta vez se ha aprendido del pasado y el final puede ser otro. El futuro está en manos de todos.

DCLM