La sonrisa de Laura no volvió de París / Paloma Moratilla

Pudo ser Cancún, Tenerife o Berlín, pero fue París. Pudo haber sido febrero, marzo o abril, pero fue enero. Podría haber sido la Rue Jacob, la Gay-lussac o Babylone, pero fue la Rue Treviso.  

Da igual pensar que pudo ser o no pudo ser, el azar es caprichoso y las posibilidades infinitas. Todo da igual porque si tiene que pasar... pasará.  

Fue la panadería de Hubert, pero pudo haber sido cualquier otro lugar, un teatro, un parking o una plaza. Pudieron haber elegido cualquier hotel de París, pero eligieron el Mercure Paris Opera Lafayette. 

Laura, estuvo conciliando su vida laboral con la familiar durante todo el mes de diciembre, moviéndose entre el supermercado con el estrés de las compras navideñas y las aperturas de comercios incluso en domingo; con su hogar, sin despegar ni un momento la mirada de sus hijos. Tenía bien merecidas unas vacaciones. No fue mala idea la de su marido. Era todo un regalo que le llenó de la felicidad que mostraba en su cara su último día de trabajo, donde era patente y manifiesta. La sonrisa, que nunca abandonaba su rostro,  era más amplia, los días previos al inicio del viaje y sobre todo la última vez que la ví, horas antes de iniciar el viaje, por lo que es inevitable guardarla así en el recuerdo. 

Este lunes se hace gris con su ausencia. En el recuerdo queda su amabilidad. Sus calificativos favoritos en el trato diario que pronunciaba con una sonrisa a los clientes del supermercado del barrio toledano de Santa Bárbara donde trabajaba. El pasado se hace duro de pronunciar en una vida tan corta, tan jovial, tan responsable, tan simpática y optimista.

El azar quiso que fuera en el mes de enero y en París. En un pequeño hotel del casco antiguo de la ciudad, situado frente a una panadería. El azar quiso que se detectara un escape de gas... todo lo demás ya está escrito en las noticias. 

Fue una explosión, pero podría haber sido un accidente de tráfico, un resbalón en la ducha o una caída por las escaleras. Lo que es seguro, es que ocurrió mientras disfrutaba de un agradable momento de su vida. Con el amor que la acompañó y el sentimiento de paz que conlleva disfrutar de unas vacaciones sabiendo que los niños están a "buen recaudo". 

La tristeza de su ausencia solo se compensa pensando que Laura... murió disfrutando de un momento de felicidad.  

P. Moratilla