Viva México, CABRONES / Martín D'ors

En la ciudad de Madrid hay un equipo con mucho pedigrí. Uno que es favorecido por todo lo que forma parte del sistema: políticos, arbitrajes, medios de comunicación. El equipo bueno.

Luego hay otro,pero ese sólo existe cuando se puede publicar cualquier noticia mala y si es de dudosa credibilidad, mejor. El equipo normal.

Pareciera como que el Atlético de Madrid (así se conoce al equipo normal) es el único equipo en el mundo de cierto pedigrí al que los medios de comunicación de su ciudad (que sucede que a la vez son los medios de comunicación nacionales) no sólo no defienden, sino que se son su más rabioso enemigo.

El equipo bueno, en la penúltima jornada de liga, reclamó un penalti a favor que resultó no ser, pues el portero tocó la pelota con los deditos de su mano, y que al decidir los responsables del VAR no juzgar, provocó que los medios de comunicación de su ciudad (a la sazón nacionales), montaran en cólera y colaboraran a crear una enorme polémica que duraría días, sin dejar títere con cabeza y defendiendo la injusta y desvergonzada paja que reclamaba el equipo bueno de su ciudad (o quizá haya que decir su equipo de la ciudad), mientras nos tienen acostumbrados a ponerse de perfil cuando se trata de denunciar las vigasreclamadas en su contra.

En la jornada actual, que concluirá este lunes noche, el otro equipo ese de la ciudad, el normal resultó perjudicado tres veces por el VAR de una forma que raya con el descaro: primero interviniendo por su cuenta para anular un gol (precioso, por cierto) por una falta previa en el centro del campo y que el colegiado ignoró decidiendo posteriormente no intervenir (para qué) ante al menos dos situaciones similares en el área del equipo contario que se hubieran convertido en dos penaltis claros. 

Cuando el trencilla señaló por fin un tercer penalti, los medios de la ciudad del equipo normal clamaron al cielo ante tamaña injusticia, dado que, en este supuesto y para este equipo, no ha lugar alguno a la interpretación arbitral. ¿Cómo se prueba esta afirmación tan dolorosa? Basta con ver los titulares elegidos como resumen del encuentro por estos medios.

Pero el normal no sólo está dejado de esa mano de Dios, lo está también de la otra, que es la propia. Al menos eso se deduce de la conversación que este periódico ha podido mantener con dirigentes de algunas de las Peñas más significativas que el club normal  tiene por la geografía nacional.  Al ser requeridos por su opinión al respecto del asunto que ocupa este artículo, nos llovieron el mar dudas e interrogantes que a continuación transcribo.

- ¿Dirá algo el club? ¿Defenderá nuestros intereses? ¿Reclamará justicia en el trato por parte de los que mandan en el VAR? ¿Reclamará justicia en el trato por parte de la prensa de nuestra ciudad? ¿Saldrá a defender la dignidad y los derechos de sus profesionales, de los jugadores y el cuerpo técnico a los que pagan y que lo dan todo por defender esa camiseta que sus propios dueños parecen no defender? ¿Serán capaces de saber moverse entre el periodismo para que haga su trabajo como se le supone debe hacer un periodista íntegro? Pues  ponga usted esto, y verá como no lo harán. Como siempre. 

Y uno se queda con la sensación de que, efectivamente, nada dirán y nada harán. Y se alimentará la frustración del seguidor del atlético, que debe ser el único grupo social que para estos periodistas de hoy que tanto gustan en defender los derechos de cualquier colectivo, no tienen derecho ni a ganar, ni a la gloria ni a ser felices justamente, porque esos derechos sólo pertenecen a un colectivo. Aunque sea injustamente. 

El Atlético de Madrid es, en definitiva, como México: tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos. Pero a sus seguidores les quedan dos consuelos. El primero, es que lo poco que consiguen, como la última victoria, se lo ganan con su esfuerzo sin que se les regale nada y contra el dignísimo ¿? esfuerzo de otros. Quizá acaso más importante es, que sus victorias  tienen un valor que sólo ellos  reconocen, pues nadie fuera de su entorno se lo reconocerá jamás. 

Y así fue como, tras tan terapéutica charla, unos de los antedichos “peñistas” se marchó diciéndome : “Pero nos da igual, pues nuestro segundo consuelo es más bien otra cosa, aquello que decía aquella pancarta: el orgullo de no ser como ellos”.

Antonio Martín D'ors