Pederastia en la Iglesia Católica: Mea culpa

Se inicia este jueves en el Vaticano la cumbre antipederastia presidida por el Papa Francisco. Se analizarán durante tres días los casos de abusos de miembros de instituciones de la Iglesia Católica sobre menores que se han calculado entre los cincuenta y los cien mil en diversos lugares del mundo. El encargado de moderar la cumbre, el padre Federico Lombardi, ha indicado que sería "extraño" que determinadas conferencias episcopales no se hubieran dado cuenta todavía de la "gravedad" del problema de los abusos a menores y ha subrayado que la respuesta que ofrezcan a esta crisis será "un test de credibilidad para la Iglesia".

Tal vez esta podría ser esta una ocasión para que la Iglesia Católica inicie una amplia reflexión sobre su papel en la sociedad actual aunque solo se trate, como ha dicho Lombardi, de recuperar la credibilidad desde el punto de vista espiritual, humano y también político. No puede predicar o sentar doctrina sobre moralidad quien practica y trata de ocultar comportamientos inmorales.

Se echa de menos en primer lugar que la Iglesia Católica entone un mea culpa, confiese que muchos de sus miembros han pecado contra lo más sagrado en el seno de unas familias que siempre aseguran defender. Se enfrentan, como apunta Lombardi, a que les recuerden algún mensaje de Cristo como el recogido por Mateo: “Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos”.  

Culpa, reconocimiento y penitencia no serán suficientes para que una gran parte de los católicos y no católicos de todo el mundo renueven su credibilidad y su confianza en una iglesia que se ha ido alejando de la espiritualidad en el sentido de una búsqueda de la trascendencia del ser humano para fundirse plenamente, por el contrario, en el mundo de los intereses e incluso de la política apoyando con firmeza, a través de sus medios de comunicación, a los partidos que menos defienden a las clases más populares, a las más necesitadas de políticas sociales.

El verdadero poder de la iglesia católica no debería estar basado ni en lo económico ni en lo político, ni en atesorar más riquezas ni en apoyar a partidos políticos que devuelvan luego el favor en forma de beneficios de ese mismo tipo, económico o político, a la institución. 

El verdadero poder la iglesia debería estar basado en sus principios, en su primitiva naturaleza que daba amparo a los más necesitados y una conexión espiritual con el reino de la trascendencia del ser humano, el Reino de los Cielos que, efectivamente, no debería ser de este mundo.

elObservadorDCLM