Yo soy feminista

El 8 de marzo reivindica igualdad porque ser mujer significa tanto como ser hombre. Mujeres que se sienten orgullosas de serlo y que no pierden un ápice de su esencia por llevar a cada rincón, a cada lugar y a cada mente la sensibilidad, el amor, la solidaridad y la constancia; pero también la lucha sin cuartel y sin descanso, con paciencia y sin violencia, que busca el fin de las injusticias y de los desequilibrios sociales entre hombres y mujeres. Eso es ser feminista.

Porque ser mujer significa vida, tesón, paciencia. Significa sentir impotencia al buscar la justificación de sueldos inferiores. Al tratar de entender los mayores índices de paro o explicarse una y mil veces la razón de la sumisión al hombre en algunas culturas.  No hay teorías ni filosofías que expliquen el porqué de la ablación, del burka o la exigencia de un comportamiento dócil y servil ante los hombres en algunos lugares y en algunas culturas. No conseguimos saber en qué lugar de nuestro cuerpo está escrito el mandato generalizado de “La responsabilidad y los cuidados de la familia de manera casi exclusiva son tuyos”.

Hay quien dice que es difícil entendernos, son aquellos que insisten en que somos raras y extrañas y que decimos NO cuando en realidad queremos decir SI. Ellos nunca han aprendido a llegar hasta el corazón de una mujer, analizarlo desde su perspectiva. ¿Por qué una mujer llora cuando ve un niño tendido en una playa, un asesinato en la Puerta del Sol, una víctima de abusos deshonestos o de violación?

A veces se puede confundir la "sensiblería" con la empatía de la que todos somos portadores, quizá las mujeres un poco más, porque con frecuencia pensamos que cada niño o cada joven  es el nuestro hijo. Cualquier abuelo podría ser de la familia o las mujeres maltratadas, violadas o asesinadas  podrían formar parte de nuestro mundo y ser la vecina, la amiga o la hermana. El ser humano es capaz de colocarse en la piel del que sufre. Esa empatía es la que hace que hablemos y nos preocupemos de las mujeres, a veces cercanas y en ocasiones muy lejanas, pero con un nexo común. Todos sabemos que la unidad hace la fuerza y no solo para fuerza física, sino lo que es más importante, la fuerza moral. Esa fuerza suficiente para denunciar las injusticias sobre las mujeres, porque somos capaces de colocarnos en el lugar de quienes las sufren. Porque las asesinadas no son solo un número en una estadística, sino  la pérdida irreparable de una mujer, madre, hija, hermana, amiga que deja una sensación de vacío infinito cuando el mundo debería estar lleno de color, pero que lamentablemente con frecuencia se tiñe de pobreza, paro o muerte y en demasiadas ocasiones la víctima es mujer.   

Si hay algo de lo que hoy, en el siglo XXI nos podemos sentir orgullosas es de haber transmitido a nuestros hijos matices, sensaciones y colores de igualdad para afrontar la vida que les toca vivir. Los hombres que nos acompañaron descubrieron un nuevo paisaje. Un nuevo modelo de mujer al comprobar que nosotras no éramos como nuestras madres o abuelas, a a quienes en el tiempo que les tocó vivir, les fueron cortadas las alas y apenas pudieron moverse por sí mismas, se vieron obligadas a pedir autorización y presencia masculina, al padre, al marido y a veces incluso a los hermanos. 

Ahora nuestra vida tiene otros caminos, puede que más complicados, pero en los que poco a poco vamos consiguiendo, entre todos, que nuestros hijos, los hombres del futuro, sepan apreciar la nueva realidad de la vida, de forma proporcional a como hemos sido capaces de transmitírselo. Porque ahora ellos saben que escribir poemas o ser bailarines no es  un síntoma inequívoco de desviación sexual. De la misma manera que ellas saben que en su mundo está el motociclismo, el fútbol o la fórmula I, sin que ser acusadas de una tara en la personalidad.

Ahora estas elecciones simplemente vienen a demostrar que han sabido ampliar su horizonte, que su visión es mucho mayor, que las luces tienen diferente color y los aromas son infinitos, que los niños no tienen por qué  ser azules ni las niñas rosas, aunque aún quede mucho por conseguir y existan algunos elementos que nos lo quieran arrebatar, pero para eso tenemos las urnas, para votar, porque saber que hay una diferencia, una injusticia social de derechos entre hombres y mujeres, eso es ser feminista, y por todo ello… soy feminista.

P. Moratilla