Las cloacas de Interior o el interior de las cloacas

Si en la política existiera un árbitro como en el fútbol, hace tiempo que el Partido Popular debería haber sido expulsado del terreno de juego. Es verdad que ya se marcharon por su propio pie, nada más y nada menos que los número uno y dos, Mariano Rajoy y Dolores de Cospedal; es verdad que muchos otros están en prisión o han pasado por ella como Rodrigo Rato, Ignacio González o Luis Bárcenas. Pero lo que más asombra es que, una vez caído el gobierno por las diferentes tramas de corrupción y por acreditarse la contabilidad en negro en el partido, la delincuencia no para de aflorar, todo lo contrario.

Es sumamente grave la constatación del uso de la policía "patriótica" y del dinero público de los fondos reservados para realizar diversas operaciones del más bajo calado con el fin de tapar sus tramas y evitar que otros partidos llegaran al gobierno. La contratación por encargo del Ministerio del Interior del Gobierno de Rajoy del chófer de Bárcenas, pagado con un sueldo para que robara al ex tesorero documentación que inculpaba al PP y el Gobierno en estas y otras tramas; la relación de Villarejo con Cospedal y con su marido, López del Hierro que obligaron a apartarse de la política a la que fuera presidenta de nuestra región y secretaria general del PP; el secuestro de la familia Bárcenas por un falso cura con la misma intención de sustraer discos duros en su propia vivienda y ahora la confesión de un policía del uso de las cloacas del Estado para ofrecer una falsa identidad a un colaborador de Hugo Chávez a cambio de inculpar a Podemos e impedir un gobierno con el PSOE, son solo algunas muestras que ensucian hasta el hedor el interior de sus cloacas.

Parece que debemos asumir como normal tanta podredumbre porque el PP sigue impartiendo doctrina desde sus numerosos púlpitos; muchos medios de comunicación de la derecha rebuscan cada día un titular contra el PSOE y Podemos mientras pasan por alto y tratan de ocultar estos graves atentados del PP contra la esencia de la democracia. Y, al tiempo, elevan todo lo posible el tono sobre la crisis catalana, un conflicto que alimentan, porque les beneficia políticamente, tanto a los independentistas como a las tres derechas: viven del enfrentamiento, lanzan banderas y les aterra que el diálogo devuelva un día la convivencia pacífica . 

Existe un árbitro en la democracia y es el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes.

elObservadorDCLM