Ratzinger: La imaginación al poder

Se ve que el Papa emérito Ratzinger conoció de primera mano el Mayo del 68 en París, una revuelta estudiantil y obrera a la que no pueden negarse bonitas consignas como Prohibido prohibir o La imaginación al poder. Imaginación no puede negarse al Papa Benedicto que bien podría haber culpado a los hugonotes o a los francmasones del pecado cometido por un gran número de sacerdotes que abusaron sexualmente de niños y niñas, algunos con tan solo tres años y la mayoría de entre 11 y 14, actos calificados ya como crímenes sexuales que mejor no narrar y que fueron ocultados por la iglesia durante décadas. 

Consciente de que la sociedad puede consentir a la Iglesia Católica eso y mucho más pero algo preocupado ya por el alcance del escándalo, Benedicto sitúa el origen de la pederastia de la Iglesia en el Mayo francés que ahora cumple 51 años. Cada uno cuenta la feria según le va en ella y Joseph Ratzinger se refiere a su juventud cuando conoció en Alemania “clubes de homosexuales” formados “en varios seminarios”, un clima que, dice, generó “cierta decadencia moral de los sacerdotes”. 

Podría objetarse que la homosexualidad no es lo mismo que la pederastia y que un cura de Badajoz o de Pensilvania o de Australia sufriera la misma influencia moral que Ratzinger y su entorno juvenil como consecuencia del Mayo francés; quizá muchos de los sacerdotes pederastas de los cinco continentes ni siquiera supieron quién era Dany el Rojo por lo que resulta un poco aventurado relacionar aquella petit revolución con los cien mil niños y niñas víctimas de religiosos que ya se calculan en todo el mundo.

Es verdad que otro de los lemas de la revuelta francesa fue Amaos los unos sobre los otros pero tampoco era para que la curia eclesiástica se  diera por aludida o que lo tomara al pié de la letra, y mucho menos con los niños. Dice también Benedicto que buena parte de la culpa es del relativismo, una decadencia en los principios de la sociedad donde ya no existe ni el bien ni el mal. Hay que recordarle al Papa emérito que a la Iglesia se le presuponía poseedora de una decencia sólida pues no en vano imparte doctrina social, política y religiosa desde púlpitos y medios de comunicación, escucha atentamente sus pecados a los fieles, pone penitencia en los confesionarios y siempre se ha mostrado como el cenit de la fe y la moral. 

Nos gustaría que el Papa emérito ofreciera en su texto referencias claras sobre cómo podrían erradicarse los abusos de menores en el seno de la iglesia, que se aplicara a sí misma la penitencia, que se realizara un estudio riguroso sobre el celibato, que el propio Papa emérito pidiera perdón en nombre de todo su rebaño y todo ello aplicando otra de las consignas del mayo francés: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.

elObservadorDCLM