Los políticos y la cocaína

La nieve, como se la conoce en algunos ambientes, es una droga que suele asociarse a la clase política debido a los efectos a corto plazo que produce en quien la consume. Entre ellos, la cocaína regala un pequeño tiempo de energía, levanta el ánimo hasta llegar a la euforia, permite mantener una inusual alerta mental y, debido a todo ello, los cocainómanos suelen ser muy conversadores: no pueden parar de hablar con total desparpajo. Como la mayoría de las drogas, la farlopa es exigente y pide cada vez mayores dosis para ofrecer los mismos efectos “positivos”. Es fácil imaginar a un político en plena campaña electoral, entre mítines y debates, ayudado de forma artificial por un polvo que le suministra euforia, estado de alerta, energía y palabra fácil. También se asocia la cocaína con decisiones tajantes sin tener en cuenta consecuencias ni sentimientos. ¿La panacea?

No todos son aspectos positivos. La coca puede llevar a algunas personas a un comportamiento errático que ellos mismos no son capaces de detectar ni de detener. De esta forma, el cocainómano se mostrará distinto, el resto de las personas observarán una conducta extravagante que él mismo no es capaz de modificar. Muchas veces este tipo de drogas llamadas “duras” se hacen las reinas del comportamiento y superan voluntades como, en este caso, la contención.

Entre otros efectos más negativos, alguno de los esnifadores sufren temblores, ansiedad, irritabilidad, nauseas, dolor abdominal, espasmos musculares y paranoias. Eso sin hablar de otros más peligrosos como ataques al corazón por alteración del ritmo cardiaco que, en algunos casos, pueden llevar a la muerte.

Quienes han probado este y otro tipo de drogas y han conseguido huir de ellas suelen llegar a la conclusión que el estado perfecto para el ser humano es el natural aunque en ocasiones de tedio o decaimiento echen de menos una alteración de su conciencia. Pero esa ya es otra historia.

elObservadorDCLM