Al diablo con el diablo | Marcelino Félix de San Andrés

En la hilarante comedia ‘Al diablo con el diablo’ (Bedazzled, en su título en inglés), un joven vende su alma al diablo, presentado como exuberante mujer, a cambio de que este le conceda siete deseos. Claro que, cuando la contraparte es quien es, el resultado no suele ser el esperado.

Así, en su primer deseo, el diablo lo lleva a McDonald’s a disfrutar de una Big Mac que al final tiene que pagar porque se le olvidó desear que fuera gratis. En el segundo deseo pide ser rico, poderoso y estar casado con la chica de la que está enamorado y el diablo lo convierte en un narcotraficante colombiano al que engaña su mujer y que está a punto de ser asesinado por la banda rival. El joven agota el tercero pidiendo ser el hombre más sensible del mundo y el diablo lo convierte en un adolescente que pasa la vida llorando porque su amor no es correspondido. Entonces, pide ser un gran deportista y es convertido en un alto y musculado jugador de baloncesto con bajo cociente intelectual y un pene de escaso tamaño. Disconforme con el resultado, el joven pide ser un intelectual guapo y elegante y es convertido en un famoso escritor que oculta su homosexualidad. Para no volver a ser defraudado, el joven agota otro deseo y pide ser el poderoso presidente de EEUU y el diablo lo convierte en Abraham Lincoln minutos antes de ser asesinado. Uno tras otro, los deseos resultan ser un fracaso y el joven se da cuenta de que está atrapado en las redes del diablo y es imposible escapar de sus tretas sin pagar un precio demasiado alto.

Algo parecido parece ocurrirle a Ciudadanos. Los naranjas no reconocen haber vendido su alma al diablo a cambio del deseo de ostentar poder en las instituciones y aspirar, con ese pacto, a gobernar el país tras unas nuevas elecciones. Así, se les ha agriado el carácter, practican la mentira de manera tan chusca que causan risa y son los últimos en enterarse de lo que es evidente: han negociado y están negociando con VOX.

Quienes sí se dieron cuenta de que Ciudadanos es parte de la derecha retrograda que les quiere recortar derechos son los colectivos organizadores del Orgullo 2019, por lo que decidieron no contar con ellos en los actos programados, incluida la manifestación. Pero allí se presentó Ciudadanos con ganas de gresca encabezados por la mismísima Arrimadas, que parecía tener al diablo en la oreja dictándole gestos y frases provocadoras contra los manifestantes. La cosa terminó como todos vimos: con gritos de repulsa de los asistentes, sentada para obstaculizar el avance de la pancarta naranja e invitaciones mayoritarias a que abandonaran un acto al que no habían sido invitados y en el que no eran bien recibidos.

Los incidentes han servido para la acostumbrada violencia verbal y las irritadas descalificaciones de Inés Arrimadas, quien con voz hiriente, ceño fruncido y ojos de fuego, pero carente de razones, se carga de indignación y resulta tan ofensiva como el diablo al que han vendido su alma: VOX. En su realidad paralela, Arrimadas llama fascistas a quienes sufrieron cárcel por ser homosexuales y pide la dimisión del ministro Marlasca por alentarlos contra ellos y no haberlos protegido frente a agresiones que no han podido demostrar. Pero el objetivo de Ciudadanos estaba conseguido y como en anteriores ocasiones llevan días ocupando el foco mediático.

Lo que todos vemos y Ciudadanos niega es su radical derechismo, que viene a confirmar lo que en su día afirmó Charles Peguy: “cuando alguien dice que no es de derechas ni de izquierdas, es indefectiblemente de derechas”. Ciudadanos, que quiere hacerse con la representación de la derecha española está perdiendo el oremus y las formas civilizadas de la convivencia democrática, con marrullerías que los delatan. Tiene la ofensa en la punta de la lengua y la costumbre de mentir descaradamente con cualquier motivo. Es lo que tiene pactar con el diablo, es lo que tiene llegar a acuerdos con un partido (VOX) que odia a todo aquel que no piense en clave del siglo XV.

Marcelino Félix de San Andrés