¿Reformar o dialogar, cual es el camino más democrático?

Recientemente, Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno en funciones, sugería en televisión la posibilidad de reformar la Constitución para facilitar la creación de gobiernos estables. Parecía contemplar algún modelo que primase al ganador de las elecciones, en lo que coincidiría con la vieja propuesta del PP de que gobierne la lista más votada.

Es evidente que el bipartidismo que conocimos hasta 2015 ha dejado de ser viable ya que los dos partidos principales, muy mayoritarios, se apoyaban en los nacionalistas cuando no tenían mayoría absoluta. Con la irrupción de Podemos, Ciudadanos y la reciente de Vox, el sistema, ahora pluripartidista, precisa de apoyos diversos y gobiernos compartidos. Esto no quiere decir que el sistema de bipartidismo imperfecto haya muerto sino que se ha tornado más complejo en tanto en cuanto los nuevos partidos asumen su rol definitivo. O dan el sorpasso, no parece que así sea, o reducirán su representación, aunque es evidente que no desaparecerán, al menos a medio plazo.

Modificar nuestro sistema electoral para que genere mayorías más claras siempre ha estado en la mente de los dos grandes partidos, recurriendo para ello al argumento de mejorar la proporcionalidad. El riesgo es que si nuestro sistema actual, definido como proporcional en la Constitución pese a un sistema de reparto que prima a los partidos mayoritarios y un modelo de circunscripciones que prima al voto conservador rural frente al voto progresista urbano, evoluciona a modelos como el francés, británico, griego o el italiano, la abstención y desafección de la ciudadanía podría aumentar exponencialmente.

Grecia es el ejemplo palmario de un sistema electoral que, en aras de la gobernabilidad, premia al partido más votado con cincuenta escaños extras. Su sistema es parecido al español y cuenta con cincuenta y seis distritos electorales de los que ocho son uninominales, frente a las cincuenta y dos circunscripciones provinciales españolas, de las que dos son uninominales: Ceuta y Melilla. Las diferencias están en el reparto de los diputados: en los distritos electorales griegos se eligen 238 escaños, 12 se reparten proporcionalmente en circunscripción única y los 50 restantes se asignan al partido más votado.

Los defensores del modelo griego afirman que primar a la lista más votada garantiza la gobernabilidad y los detractores que lo hace a costa de modificar la voluntad popular. Es evidente que asegurar la mayoría en el parlamento facilita el nombramiento del Presidente y la estabilidad de su Gobierno, pero el precio a pagar es demasiado alto ya que dificulta enormemente la labor de control del Parlamento sobre el Gobierno.

¿Qué ocurre en Europa? Casi todos los países europeos priorizan la gobernabilidad sobre la representatividad: Francia, con sus circunscripciones uninominales a doble vuelta, permite que el sistema sea mayoritario puro. El sistema británico, también de circunscripciones uninominales, consigue un resultado parecido con una sola vuelta. Italia persigue igual resultado y, huyendo de las experiencias del pentapartido, reformó la Ley electoral para caer primero en Berlusconi y ahora en un gobierno xenófobo, incluidos tecnócratas impuestos por la UE. Alemania, con su circunscripción única para la mitad de la cámara combinada con un sistema uninominal que exige un mínimo del 5% para obtener representación, genera mayorías y deja sin representación a una parte importante del electorado. Solo Holanda tiene un sistema que se acerca al proporcionalismo puro y una larguísima tradición pactista.

Si vamos a hacer reformas en nuestro sistema electoral, sin duda muy necesarias, sigamos pues el ejemplo de Holanda y, en lugar de renegar de nuestra realidad pluripartidista, apostemos por reformas que implementen la participación ciudadana para que los partidos políticos dejen de ser contemplados como un problema cuando deberían ser percibidos como una herramienta. Quizá sería bueno separar las elecciones presidenciales de las elecciones generales y desde luego es imprescindible ir a la circunscripción única sin mínimos para acceder al reparto y las listas abiertas. Por último, para que los representantes electos cumplan con su parte del contrato, deberíamos incluir mecanismos revocatorios.

ElObservadorDCLM