Impresiones sobre las alas de las mariposas y los cabestros de los sanfermines

No es fácil obviar el cristal con que se mira y menos en materias donde existe un claro forofismo o partidismo:  no opinará lo mismo sobre la próxima temporada del Atlético de Madrid un colchonero que un merengue por muchos datos que reúnan, por muchas quinielas que hayan ganado. Por cierto: ¿existen las quinielas en la Era Digital? 

Seguramente. Se puede, eso sí, sobrevolar la idea de un sentimiento común en función de lo que uno piensa y los datos que circulan, un ejercicio que resultará más acertado según la experiencia y el conocimiento de los intereses, la realidad generada por los medios y las redes; en definitiva, lanzarse a la piscina sabiendo que lo único seguro es que vas a mojarte.

En el ideario colectivo español aparece estos días cierto hartazgo con la situación de bloqueo político. Cada uno echará sus cuentas y la culpa al de ideología contraria pero existen tendencias comunes como el desprestigio de líderes que han desencantado a sus votantes y mucho más a sus no votantes. Uno de ellos es Albert Rivera, debido a su errática trayectoria. No hay comentarista o tertuliano político que no haya opinado o se haya visto tentado de expresarse sobre sus tumbos ideológicos y sus pactos. Pablo Iglesias había ya perdido parte de la púrpura de su capa y, lo que es peor, dejó de ser el superhéroe que venía a librarnos de una forma de hacer política y vivir la vida. Rivera, Iglesias y el otro emergente, Santiago Abascal han debido ya bajar a la arena y en el circo han perdido buena parte de su supuesta autenticidad. Hemos tocado sus alas y nos hemos quedado, en las yemas de nuestros dedos, con parte del polvillo que les permitía volar. Muchos militantes y seguidores de Ciudadanos, Podemos y Vox miran ya con desconfianza a los líderes de sus partidos.

Eso lo percibe la gente que aún no sabe si, ante este panorama y por eliminación, deben perdonar ya al PP su corrupción y la escasa capacidad de liderazgo de Pablo Casado a quien han aconsejado cierto alejamiento porque su presencia ahuyentaba más que atraía. Casado no ofrece la solidez ni la confianza de liderar un nuevo equipo por más que la derecha tenga quien le escriba, un tremendo peso específico y apoyo económico. Se baraja si una abstención en la investidura de Sánchez resultaría o no positiva para su imagen a medio y largo plazo.

Dejamos para el final a Pedro Sánchez, el ejemplo de tesón, el político que ha sobrevivido a campañas en numerosos medios, bien dirigidas y bien pagadas. Tras ganar las elecciones se enfrenta a la derecha, al cordón sanitario de Ciudadanos,  a las presiones y los egos de Iglesias y de Rivera. Todos contra Sánchez, algo que no es nuevo. No parece seguro que pudiera gobernar tras unas nuevas elecciones aunque, en buena parte del ideario colectivo, Sánchez sigue siendo el menos malo, el que puede librarnos de muchos males, el que debería ya estar trabajando por España en vez de lidiando con los sanfermines de los cabestros.

En casi todo el ideario colectivo se asienta el hecho de que realmente España y sus ciudadanos no son para la mayor parte de nuestra clase política lo más importante.

elObservadorDCLM