Diálogos, maniobras y egos

Todos hemos negociado, todos hemos discutido, todos hemos tomado decisiones. Y todos sabemos que durante el diálogo aparecen muchas variables que pueden conducir a situaciones finales favorables o no. A veces, el resultado es obviamente contrario a los intereses de quienes negocian y eso es señal de que en el camino han primado circunstancias emocionales, escaladas verbales que crean a su vez estados de ánimo donde la vuelta atrás es casi imposible porque se han lanzado órdagos contestados del otro lado con la jactancia o el alarde de no dar un paso atrás. Es probable que en estos casos, los árboles del conflicto de egos no deje ya ver el bosque del interés real y que la decisión aboque a una situación no deseada por ambos negociadores transformados ahora en enemigos.

Sucede entre las parejas que se aman que terminan en divorcios, sucede en empresas con trabajadores valiosos, sucede en todos los órdenes de la vida donde se plantea el reto de trabajar en común o de tirar cada uno por la calle de en medio.

En medio de las negociaciones es muy conveniente evaluar siempre a cuántas personas va a afectar la decisión final y ya estamos hablando de encuentros y desencuentros políticos.

Es evidente que en la política española no prima en absoluto el interés por sumar esfuerzos. Egos e intereses partidistas destacan sobre la emoción de un empeño común en mejorar la situación de los ciudadanos, algo que resultaría mucho más fácil y eficaz desde la gestión conjunta en vez de la habitual política del cuando peor, mejor. 

Parece que la solución está en todos nosotros. Debemos exigir el acuerdo frente a la confrontación permanente y premiar el diálogo con nuestros votos, dejar muy claro que no es mejor quien mejor insulta sino quien mejor trabaja.

Y no hace falta dar nombres concretos porque en esta visión global sobre las negociaciones quedan retratados muchos de nuestros actuales líderes políticos.

elObservadorDCLM