Albert Rivera en su caballo "ganador" vestido con el "traje nuevo del emperador"

Se acabó el talante moderado, el perfil del mediador y la novedad desconocida. Los políticos pueden maquillar sus defectos, pero la permanencia en la lucha les despoja de cualquier disimulo de sus intenciones. 

Albert Rivera comenzó siendo el niño bueno de centro que se mostraba desnudo en su primer cartel electoral rodeando su presencia política de todo un golpe de efecto que los ciudadanos se creían. Inició su camino con fuerza cuando se le consideraba la savia nueva, el aire fresco que entraba por la ventana en una posición de centro moderada. Fue capaz en 2015 de llegar a un acuerdo con Pedro Sánchez, que se encargó de dilapidar Pablo Iglesias. 

A partir de ese momento, todo lo que mueve a Rivera es el odio que siente por Sánchez que ha ido poco a poco sacando mucha ventaja, y es tal y lo defiende con tanta vehemencia que ha dejado de tener credibilidad para muchos de sus electores y lo que es peor, también para muchos de sus líderes que encontraron con facilidad la puerta de salida de la casa naranja. 

A Rivera no le preocupan las salidas, porque según su criterio, sigue defendiendo su proyecto, el de siempre, pero no es eso lo que deja traslucir en el exterior. Políticos de altura y fundadores del partido se marcharon entre "currantes" natos guiados por un proyecto que nada tiene que ver con el que defiende actualmente Rivera por mucho que siga diciendo lo contrario. 

La imposición de Girauta en Toledo y el pago inmerecido a Orlena de Miguel, que fue sustituida sorprendentemente y sin compasión por Carmen Picazo, son la muestra más cercana de lo que hoy es Cs, donde hasta los diputados regionales de Castilla-La Mancha, realizan intervenciones en las Cortes para decir a García-Page que "pregunte a Pedro Sánchez si va a pactar con los independentistas". 

Rivera ha conseguido uno de sus objetivos y es que en todo el territorio nacional se hable de Cataluña, pero no puede pretender que la política de cada tierra sea invadida por los problemas catalanes. Sus "corrillos" recados y abrazos públicos con la derecha, han pasado de la vergüenza de Colón al pacto con Vox y a pesar de defender una y otra vez que no "suma" con el PP, ahora dice, en entrevista a El Mundo, que se compromete a formar Gobierno con el PP ("Me comprometo a formarlo con el PP y que sean los ciudadanos quienes elijan quien tiene que liderarlo si Casado o yo"), pero cuando le preguntan por la posibilidad de pactar con el PSOE, si hubiera un candidato que no fuera Sánchez como Borrell, Ábalos o García-Page, vuelve a empuñar su argumento del enconamiento con Sánchez, arremete una vez más contra el presidente del Gobierno en funciones y silencia la respuesta.   

Subido en su particular "caballo ganador" y vestido con el "traje nuevo del emperador" sigue galopando a su antojo entre descontentos y sorprendidos seguidores que van volviendo poco a poco a las formaciones de las que salieron, o eso al menos dicen las encuestas, en las que sigue perdiendo en intención de voto entre el electorado.

ENCUESTA DEL DIARIO PÚBLICO

En la última encuesta publicada por el diario Público este domingo, Rivera perdería 12 escaños, justo el doble que Unidas Podemos. Mientras que Vox perdería 8 diputados. El bipartidismo vuelve a dibujarse en el horizonte político con la subida en intención de voto del Partido Popular, que ganaría 20 diputados más al tiempo que PSOE seguiría incrementando su número en 12.

Pese al auge del PP, según la encuesta, el "trifachito" seguiría sin conseguir el poder, aunque  Pablo Casado adelante a Albert Rivera por la izquierda, tal vez por la tolerancia, el diálogo, o su falta de enconamiento con Pedro Sánchez. 

P. Moratilla