Una distopía murciana

Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve

Me había quedado dormido escuchando ‘balada de otoño’ de Serrat. El sonido de la lluvia repiqueteando en los cristales me causaba el efecto de la dulce nana materna de la infancia. Al despertarme continuaba lloviendo con fuerza.

Como cada mañana consulté en el móvil las ediciones digitales de los periódicos nacionales y quedé atónito con los titulares de portada, todos unánimes: España tenía una nueva isla flotando en el Mediterráneo. Su superficie era enorme, la mayor de las islas españolas. Multiplicaba por diez la superficie de la isla de Mallorca. La nueva isla flotaba en el mediterráneo sobre un fondo de plásticos provenientes de los invernaderos del Ejido.

La superficie peninsular había cambiado por completo y ahora sus límites territoriales estaban marcados por el término municipal de Elche, el Parque Natural de la Sierra del Segura, que ahora tenía playas, el Parque Nacional de Sierra Nevada, que también tenía playas, y el término municipal de Motril.

¿Cuánto tiempo he estado durmiendo? No dejaba de preguntarme esto una y otra vez, intentando encontrar una explicación lógica a lo que estaba leyendo. ¿Habrá llovido durante cuarenta días y cuarenta noches como castigo bíblico a lo que estamos haciendo a nuestros ecosistemas? ¿Habremos enviado otros cuarenta trasvases desde la cabecera del Tajo hasta las vegas del Segura y los invernaderos del Ejido, multiplicando así los efectos devastadores de las lluvias hasta arrastrar aquellas tierras al interior del Mediterráneo?

Lo cierto es que el nuevo mapa de España quedaba divertido, pensé, y ahora Castilla La Mancha tenía playas. Además habíamos ganado una enorme isla que competiría de tú a tú con los recursos turísticos de Baleares y Canarias. Y los turistas estarían encantados porque podrían disfrutar de las mejores verduras de la vega murciana y los invernaderos del Ejido.

Solo había una cosa que me preocupaba. Entre lo ininteligibles que son las hablas murciana y almeriense y el contacto diario con alemanes e ingleses, en unos pocos meses nadie entendería a los nativos de la nueva isla y ahora los ‘polacos’ serian ellos. Pero, mirándolo de forma positiva, la pluricultural España tendría un nuevo idioma cooficial que sumar a los actuales: el murcianoalmeriense.

-Cariño, despierta. Son las ocho.

-Ya, ya me despierto. ¡Joder! Estaba soñando. Era un sueño muy raro. Algo de que España tenía una nueva isla porque Murcia y Almeria se habían separado de España por las intensas lluvias.

-No te lo vas a creer. Por lo visto se ha desbordado el canal del trasvase Tajo-Segura y está inundando las tierras cercanas.

-¡Joder! A ver si no ha sido un sueño.

Plumaroja.