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DCLM.ES · Castilla-La Mancha · Política
Todo converge para que el 10 de noviembre los españoles volvamos a las urnas. El art. 99 de la Constitución Española prevé la repetición electoral si ningún candidato logra ser investido en el Congreso. Estamos, pues, dentro de la normalidad democrática, aunque muchos ciudadanos estarán indignados con nuestros dirigentes políticos por no haber logrado un acuerdo de gobernabilidad.
En estos momentos se buscan culpables del fracaso, y los partidos procuran cargar en otros la responsabilidad de la repetición electoral. Sin embargo, todos son responsables.
Por ser el partido con más escaños, el PSOE y Pedro Sánchez son responsables de no haber sido capaces de armar esa mayoría. Pero también el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, por rechazar una y otra vez las distintas ofertas del PSOE, y su empeño (obsesivo) de formar parte de un gobierno de coalición sin ofrecer soluciones intermedias viables (su propuesta de coalición revisable generaba más problemas que soluciones).
Por su parte, Albert Rivera es también responsable. Su oferta de última hora no resultaba creíble. El hecho de haberla anunciado en rueda de prensa sonaba a jugada electoral para frenar la sangría de votos que las encuestas le pronostican a Cs.
Pablo Casado, al inhibirse de favorecer la gobernabilidad con su abstención, ha mostrado también poco sentido de estado ante la coyuntura especialmente compleja que tenemos por delante (sentencia del Procés, desaceleración económica, Brexit…) y que nos pillará con un gobierno en funciones durante varios meses. De eso es también responsable.
Ante la situación de mutua desconfianza de todos contra todos, la repetición electoral puede verse como una oportunidad.
Aunque estoy entre los que no querían que se repitieran las elecciones, una vez tomada la decisión de ir a las urnas el 10-N, confío en que sean una oportunidad para que se clarifique el mapa político.
Es evidente que hay riesgo de que se repita una situación tan fragmentada como la actual (ya ocurrió con la repetición electoral del 26-J de 2016). Así lo señalan las encuestas de las últimas semanas. Pero esas encuestas tienen una debilidad, que no les permite realizar un pronóstico solvente sobre lo que podría ocurrir el 10 de noviembre.
Me refiero a que se han hecho antes de que los ciudadanos conozcamos que la repetición electoral no es una posibilidad, sino una realidad. La indignación que puede sentir la ciudadanía una vez convocadas las elecciones modificará, sin duda, el ánimo de los encuestados, y eso podría alterar las estimaciones de las encuestas al cambiar el nivel de abstención y el trasvase de votos entre partidos.
Además, la pugna de los partidos por eludir la propia responsabilidad de la repetición electoral y atribuírsela a los otros, utilizando argumentos de grueso calado en los mítines de campaña, tendrá un efecto indudable en el voto de los ciudadanos. Estamos por tanto ante una situación de gran incertidumbre, que no se irá despejando hasta que no se hagan nuevas encuestas, una incertidumbre que nos acompañará hasta el mismo día de la votación.
De manera sintética cabe presentar tres situaciones hipotéticas, teniendo en cuenta sólo a los partidos de ámbito nacional.
La abstención afectaría por igual al bloque de derecha y de izquierda, y el trasvase de votos dentro de cada bloque sería de escasa magnitud (el PSOE subiría algo al beneficiarse de las limitadas pérdidas de UP, mientras que el PP recogería las pequeñas pérdidas de Cs y Vox). Tendríamos entonces una situación similar a la de ahora, con los dos bloques prácticamente igualados en votos y con escasa diferencia en escaños.
Seguiríamos ante un problema de gobernabilidad, muy similar al de 2016. El nuevo bloqueo sólo se podría resolver o bien con la formación de un gobierno de coalición entre PSOE y UP o bien con la abstención de PP y Cs, tal como hizo el PSOE para que pudiera ser investido Rajoy, y evitar volver a las urnas por tercera vez. Podría parecer que la repetición electoral habría servido para poco, pero los partidos tendrán que afrontar la situación con características distintas a las de ahora al estar ante la urgencia de evitar un nuevo bloqueo que sería totalmente injustificable.
Habría, en el bloque de la izquierda, una fuerte subida del PSOE (en torno a 150 escaños) y un fuerte descenso de UP; y en el bloque de la derecha, un fuerte ascenso del PP y una sensible reducción de escaños tanto en Cs como en Vox. Sería algo así como el retorno del bipartidismo, si bien imperfecto por la presencia de otros partidos de ámbito nacional con capacidad de intervenir en la gobernabilidad, pero con menos escaños que ahora. En esa situación el PSOE podría gobernar en solitario o bien aceptar la cooperación de un debilitado UP o de un igualmente debilitado Cs, tras el obligado cambio estratégico del partido naranja a la vista de su derrota electoral.
Una tercera situación sería que los tres partidos de la derecha (PP, Cs y Vox) sumen mayoría y reediten a nivel nacional los acuerdos a los que han llegado en ayuntamientos y comunidades autónomas. Dado que, entre ellos, la inicial desconfianza ha dado paso a una cooperación fluida, no parece haber ningún problema en reeditar esos acuerdos si consiguen la mayoría suficiente en el Parlamento.
Son tres situaciones hipotéticas, pero posibles, y que serán más o menos creíbles conforme se vayan realizando nuevas encuestas a partir de ahora y hasta el 10-N, y que tendremos ocasión de valorar y analizar.
Profesor Investigación del CSIC Área Sociología. Analista político., Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA - CSIC).
Artículo publicado en https://theconversation.com/es
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