La memoria histérica de Vox

Había una vez un país que se vio obligado a guardar silencio por el riesgo a perder la vida en el intento de decir la verdad. Cuarenta años callados dan para mucho pero no hacen olvidar. El recuerdo silencioso no cierra heridas, sino que las mantiene abiertas. Cuando Ortega Smith dice que "Las heridas que estaban cerradas, algunos se han empeñado en desenterrarlas" seguramente hablara por sí mismo, a lo sumo por un pequeño grupo de personas con sus mismas características, porque ¿Qué familia no tiene algún muerto conocido en una cuneta, una fosa común o simple y llanamente desaparecido?

El silencio no curó ninguna herida, porque es muy difícil curar una ausencia en silencio, aunque el perdón llegó tal vez para cuidar la salud mental de los supervivientes de una guerra injusta que por mucho que se empeñe Abascal en otorgar su inicio al PSOE, la historia ha demostrado que los rebeldes fueron otros, mientras los socialistas intentaban y siguen intentando mantener la legalidad vigente. Por mucho que Franco cambiara el Código Penal tras su “victoria”, porque supo “conseguir,  pero no ganar” la Guerra Civil y se inventó una realidad en la que mucho inocente perdió la vida años después de terminada.

El último debate electoral no fue la única vez que Abascal se ha permitido lujo de afirmar que "la Guerra Civil la provocó un partido que sigue existiendo con las mismas siglas". Es cierto que sigue existiendo un partido con las mismas siglas y que sigue aún hoy luchando por mantener la democracia y el orden constitucional, pero la falacia franquista del inicio de la Guerra Civil, esgrimida en sus intervenciones, también demuestra que sigue existiendo el partido de los rebeldes que provocaron una guerra fraticida, por mucho que  Abascal quiera cambiarle el nombre y el color.

En su intervención el líder de Vox volvió a utilizar la casquería bélica inaceptable de la guerra, pero es que la Memoria Histórica no habla de guerra, habla simplemente de recuperar los cuerpos perdidos de los miembros de una familia. Lejos de "revanchas" y de "odios", más bien al contrario en un intento de recuperar la identidad que se perdió un día en un campo de batalla, aunque en la inmensa mayoría de las veces, más bien ya terminada la guerra. Muertes cuya única justificación sí era la revancha y la venganza, maquillada con un “adhesión a la rebelión".

Yo quiero recuperar a mi abuelo, al que no conocí más que por las palabras de mi padre, pero gracias al cual hoy estoy escribiendo estas letras. Quiero enterrar a mi abuelo junto a mi padre. Quiero tener un lugar donde poder llevarle flores o incluso donde poder ir a pensar cuando el cuerpo me lo pida. No quiero venganza, ni siquiera quiero hoy ya justicia, solo quiero los huesos de mi abuelo, que forman parte de mi genética... solo eso quiero... nada más.

Abascal ayer decía en el debate: "...la concordia que abrazaron nuestros padres y nuestros abuelos..." A mi abuelo no le dejaron la opción de abrazar la concordia de la que habla y por ese motivo puedo decir que no existió “concordia”, sino el miedo que obligó a los supervivientes a mantener un silencio que los "victoriosos" llamaron y aún hoy siguen llamando "concordia", dibujando un paisaje falso, un oasis de convivencia que con el paso del tiempo se hizo realidad, pero nunca se olvida a los muertos.

Abascal afirma que los “progres” quieren “que los nietos tengan que condenar a sus abuelos” y eso no es verdad, yo lucho por recuperar los huesos del mio, porque me siento orgullosa de él, independientemente de la falsa “adhesión a la rebelión” que se le imputara porque sé que actuó defendiendo el orden constitucional del momento. 

Quienes mantenemos en el recuerdo unos huesos que no podremos recuperar solo queremos descansar junto a ellos un día, solo eso. Sin venganza, sin odios, sin rencillas, sin revancha... más bien con el amor que no pudimos entregar al muerto en vida, precisamente por eso, porque  estaba muerto y no sabíamos ni dónde buscarlo.

Sin conocer la historia familiar de Abascal, Smith, Monasterio o Espinosa de los Monteros queda claro que distan mucho de quienes tienen parte de su raíz escondida en una cuneta, en una fosa o en Cuelgamuros sin siquiera un número identificativo, porque si así fuera entenderían bien lo que pretende la Ley de Memoria Histórica.

P. Moratilla