Cortesía, delicadeza y diplomacia

Entramos en fechas de celebraciones familiares y no parece estar el horno para algún tipo de bollos. No es fácil que todos sean del Madrid o del Atlético porque, aunque se trate de una familia muy unida, siempre hay cuñados o cuñadas, adolescentes con sus propias ideas. Es fácil que con la política salten algunas chispas en plena formación de gobierno. En una buena familia pueden encontrarse parientes de Vox con otros de Podemos. Lo mejor es que hablen del tiempo pero como no es fácil mantener todo el tiempo una conversación sobre el tiempo, valga la redundancia aunque se trate de tiempos distintos, también pueden introducirse temas como las series que cada uno aconseja, hablar de quesos, de vinos o del jengibre como antiinflamatorio. En todo caso es fácil que alguno o alguna suelte una inconveniencia contra otro u otra. En todos los casos parece bueno plantearse de entrada comportamientos donde prime la cortesía, la delicadeza y la diplomacia. Parece lo mismo pero existen matices. Cortesía es amabilidad, consideración. Delicadeza está más cerca de la suavidad, y la diplomacia engloba a casi todas, añadiendo sagacidad y discreción.

En muchos casos estos planteamientos no servirán para nada y se armará la trifulca, sobre todo cuando empiezan a hacer efecto las copas y a cada uno le dan ganas de decir lo que realmente piensa. No es aconsejable si la idea es seguir siendo una familia unida que trata de apoyarse y dar ejemplo ante los otros como una verdadera célula de la sociedad.

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