La manga del mal menor

Todos quienes deben tomar decisiones, políticos, clérigos o aventureros, se han enfrentado alguna vez al dilema de tener que elegir entre dos males. Ulises decidió hacer navegar su barco cerca del monstruo Escila quien arrebató la vida a seis compañeros en vez de morir todos por acercarse a Caribdis, el otro monstruo que sorbía en un torbellino el agua del mar.

Con la proa puesta en la moral suprema, algunos filósofos estrecharon su manga a transigir con cualquier tipo de mal pero, ante la disyuntiva, Aristóteles aconsejó elegir, entre dos males, el menos malo; Cicerón alababa adoptar esa decisión como un ejemplo de heroísmo y, más cerca de nosotros, en el Concilio de Toledo se concluía: ‘si un peligro inexcusable nos lleva a perpetrar uno de dos males, debemos escoger el que nos haga menos culpables’. 

En la ficción de Sorrentino, ‘El nuevo Papa’, un sofisticado Juan Pablo III se plantea si será preferible permitir el matrimonio homosexual o heterosexual de los sacerdotes para evitar así males mayores más perversos.

Amputar un pie para salvar el cuerpo, en nuestro mundo político contemplamos como el dilema se complica mucho más cuando los actores que deben adoptar las decisiones se enfrentan a diferentes males y el que para uno es el grande para otro es el pequeño. Cada uno optará por su mal menor que es diferente al mal menor del otro y así nos encontramos en medio del tsunami del mar de los males menores contrapuestos, o lo que es más retorcido aún: cuanto peor para muchos, mejor para mi. Cabe recordar que, por este camino, algunos de manga más ancha han considerado mal menor auspiciar la confrontación entre ciudadanos, e incluso guerras en las que mueren miles de inocentes.

Tal vez la solución venga dada por el cambio climático o por tratar antes de adoptar una nueva norma moral que reclame el bien mayor por encima de los pequeños y mezquinos intereses en este proceloso, azaroso y puntual viaje por la historia. 

elObservadorDclm