Cultura taurina. 2000 años de toros (III)

No dejaron durante todo el siglo XV de ser los toros la fiesta popular por excelencia. En Sevilla las hay por el nacimiento de Juan II, cuando sus bodas, y al nacer Enrique IV, su hijo. Magníficas fueron las que en obsequio de aquel rey, se celebraron en el año 1425.

Fiestas Reales se celebraron igualmente en Sevilla en honor de doña Juana de Portugal, segunda mujer de Enrique IV. Por la toma de Zamora, cuando el nacimiento del Príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos. En todas ellas la lidia de toros bravos se hacía a caballo y los caballeros eran los principales señores del lugar. La historia conserva los nombres del Conde de Buelna, Ozeta, Riaño, Zárate y Bonifaz, entre los caballeros que más se distinguieron.

Cuando Carlos V ocupó el trono, presenció las fiestas taurinas que se desarrollaron en su honor y hasta él mismo mató un tor de una lanzada en la plaza de Valladolid, para celebrar el nacimiento de su hijo don Felipe, en el año 1527.

Cuando el Papa Sixto prohibió las corridas de toros por medio de una bula, don Felipe II se opuso a las órdenes del Pontífice y en la contestación que dio a Su Santidad le decía “que no produciría efecto la bula por ser la fiesta de toros costumbre tan antigua que parecía estar en la sangre de los españoles”.

En España se hicieron plazas provisionales de madera para las corridas. En el Barroco, las plazas mayores, que servían de lugar de encuentro y marco para las ceremonias de cada villa. Se acondicionaron con arena y talanqueras para convertirlas en cosos taurinos.

Más tarde los toros pasan por épocas desiguales en cuanto a su desarrollo y afición. Incluso fueron prohibidas en algunas ocasiones, si bien volvían a ser autorizadas sin que transcurriera demasiado tiempo. Fue en 1793 cuando Carlos IV revitaliza nuevamente el espectáculo. Durante este reinado Francisco de Goya inmortaliza definitivamente las corridas con sus fantásticas pinturas.

En este siglo, el XVIII, fue en el que realmente nació el toreo a pie con fundamentos ciertamente artísticos. Dicho queda que los romanos y los griegos practicaban juegos con el toro y luego alanceaban a caballo o a pie y que en la Edad Media la modalidad practicada era el toreo a caballo y solamente los auxiliadores o ayudantes del caballero estaban pie en tierra.

Fue Francisco Romero el inventor del toreo con la muleta. El asunto tuvo lugar el 17 de mayo de 1917 en un pueblo cercano a Ronda, cuando al producirse la caída de un jinete alanceador, este quedo a merced del toro. En aquel momento, un carpintero llamado Francisco Romero saltó al ruedo, se quitó el sombrero de ala ancha, citó al toro y este siguió aquel gracioso vuelo, y salvó la vida del caballero torero al tiempo que acababa de inventar el toreo con la muleta.

La auténtica figura del siglo XVIII fue Pedro Romero, hijo de Francisco. Nacido en Ronda el 19 de noviembre de 1754, empieza a torear a los 16 años. Hace su presentación en la plaza de Madrid el año1777, y desde aquella fecha fue el diestro de más cartel. De él cuentan las crónicas que mató más de cinco mil seiscientos toros. Se retiró en 1799 sin que hubiera sufrido nunca percance alguno.

Pedro Romero tuvo dos fuertes competidores, un joven nacido en el sevillano barrio de San Bernardo el 6 de mayo de 1748, Joaquín Rodríguez “Costillares”, y José Delgado Pepe-Hillo, nacido también en Sevilla el 14 de marzo de 1754. Este trio de maestros coparon no solo la tauromaquia de su tiempo, pues en realidad fueron los auténticos puntales sobre los que se asienta el toreo actual. Pedro Romero fue el más completo, pero Costillares inventó la suerte de matar al “volapié” y Pepe-Hillo fue el inventor de la suerte de torear denominada “de frente por detrás” y autor del manual de “Tauromaquia o arte de torear a caballo y a pie, que significa el primer trabajo que estructura verdaderamente la corrida en los tres tercios, tal como hoy la conocemos.

La suerte de varas comenzó llamándose garrochón, hasta que poco a poco fue imponiéndose como vara de detener, creándose con ello la suerte de varas. La suerte de banderillas empezó ejecutándose con la colocación de las mismas una a una, sorprendiendo al toro al revuelo de un capote o a la media vuelta. Fueron los matadores “Lorencillo” y José Cándido, los que empezaron a ordenar a sus peones que estas fueran colocadas a pares, frente al toro y cuarteándole.

Ángel Alcalde