Los insoportables contestadores automáticos

A todos nos ha pasado: llamas por teléfono para realizar una gestión y contesta una voz que te va guiando por distintas posibilidades. En muchos casos se trata de una tortura en la que está asegurada la pérdida de tiempo, pero pocas veces la solución del problema que se consulta. Y eso no es lo peor. Mi última desgraciada experiencia ha tenido como protagonista a una famosa compañía de bajo costo con sede social en Irlanda. Una de las personas que iban a viajar se puso enferma, tuvo que someterse a una operación. Me costó conseguir un teléfono con prefijo 91 que no supone cobros adicionales. Tras 36 minutos de espera, me informaron que existen dos links, uno de ellos para reclamar la devolución por muerte o enfermedad y otro genérico para realizar consultas. Fue muy complicado rellenar el formulario, tuve que volver a llamar para realizar consultas (18 minutos de espera) hasta que me aclararon que solo funcionaba con un navegador concreto. Lleno de paciencia y perdiendo una mañana entera, conseguí enviar el formulario y en breves instantes recibí una contestación en inglés en la que se informaba que lo sentían mucho pero que no iban a devolver el dinero del pasaje. Sin más explicaciones. Volví a llamar (23 minutos de espera), un poco irritado, conté lo sucedido y respondieron que lo sentían mucho, que eso ya no era de su incumbencia y que debía llamar a un 902 donde podrían atenderme.

Es decir, un callejón sin salida. No te devuelven el dinero y si te descuidas te cobran más.

Debería existir una ley que prohibiera los abusos de una gran mayoría de grandes empresas que utilizan estos contestadores con unos fines descaradamente lucrativos.

elObservadorDCLM