El virus de la extrema derecha

España afronta actualmente dos pandemias, el coronavirus y el ‘fachavirus’, a cual más peligroso.

El coronavirus es un virus desconocido al que se está respondiendo exitosamente con confinamiento, distanciamiento social, higiene y un buen sistema sanitario público. Si careces de este, la letalidad del virus puede ser alta en los sectores de riesgo, generalmente enfermos con otras patologías y personas mayores.

En nuestro país, el coronavirus se ha ensañado especialmente con los ancianos de las residencias geriátricas, en su mayoría privadas. Las cifras que conocemos muestran que el 62’43% de las víctimas mortales corresponden a ancianos residentes en estos centros. Bueno sería, que, cuando pase la pandemia, repensemos el modelo que hemos ofrecido a nuestros mayores desde los años noventa del siglo pasado. Modelo que consistió en romper con la tradición de que los abuelos compartieran casa y experiencia con hijos y nietos hasta el final de sus días.

En un arranque de modernidad apostamos por separarlos de la familia y alojarlos en residencias, lo que se convirtió en un lucrativo negocio que rápidamente llamó la atención de grandes constructoras, multinacionales como Vitalia y Domus Vie, fondos buitre y personajes sin ningún escrúpulo, interesados únicamente en el beneficio económico.

Hemos conocido las barbaridades cometidas con nuestros mayores en numerosas residencias: alimentación inadecuada y escasa, falta de higiene, desatención, abandono. No puede sorprendernos ahora que esas mismas residencias sean focos de transmisión del coronavirus y tengan el mayor índice de letalidad. Sin los 11.600 ancianos fallecidos, la inmensa mayoría en residencias de gestión privada o concertada, donde destacan las cifras de muertes de Madrid, la letalidad del virus en España sería alta pero no en las proporciones actuales.

Lo deseable sería que los dos grandes partidos que impulsaron el modelo privado de residencias geriátricas hiciera propósito de enmienda y asumieran la gestión pública de cuantas residencias hayan sido intervenidas en esta crisis, auditaran rigurosamente al resto y solo dejaran en manos privadas aquellas que cumplan rigurosamente con las exigencias legales y con un estricto protocolo auditado periódicamente por funcionarios públicos. Nos va en ello la vida de nuestros padres y abuelos.

El otro virus es más letal y dañino socialmente que el coronavirus. El fachavirus no es nuevo, lleva conviviendo con nosotros un siglo, y en el caso de España ha estado en el poder o cercano a las posiciones de poder. De hecho, el principal partido de la oposición, el PP, fue fundado por siete exministros franquistas y ha sido casa oficial del fascismo hasta la creación de Vox, el 17 de diciembre de 2013.

Es posible que Vox naciera porque se sintiera incómodo con las posiciones democristianas de Mariano Rajoy, aunque yo apostaría a que la verdadera razón inicial de su fundación era la de garantizarle el sustento a Santiago Abascal, que no tenía oficio ni beneficio y necesitaba seguir viviendo de mamandurrias, vinieran estas del PP de Esperanza Aguirre o de terroristas iraníes en el exilio.

Ocurre que el cargo le gustó a Abascal y la broma fue blanqueada por numerosos medios de comunicación, ahora en el punto de mira de las tácticas fascistas de Vox, y la ultraderecha entró de forma decisiva en el parlamento andaluz, hasta el punto de condicionar la formación de gobierno y las políticas de este. Desde el éxito andaluz se extendió a otras comunidades autónomas, en las que también ha sido decisivo, y a la política nacional, donde se ha convertido en tercera fuerza política. Ahora, con la fuerza de 52 diputados y la presión ejercida en comunidades como Andalucía, Madrid o Murcia, Vox ha mostrado la cara que ya conocíamos y advertíamos a quienes les blanqueaban. No debería sorprendernos la actuación de quienes han matado, agredido y violentado actos institucionales.

Su objetivo es subvertir la democracia y acceder al poder. Son conscientes de que nunca alcanzaran una mayoría electoral y por eso proponen atajos antidemocráticos como los llamamientos a golpes de Estado o a conformar gobiernos de Salvación. El coronavirus representa para ellos una oportunidad y la están aprovechando mejor que nadie. Así, no dejan de extender falsedades y bulos para desgastar al Gobierno y crear alarma en la ciudadanía para que esta se amotine y sea necesaria la intervención de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado o el ejército. En ese caldo de cultivo, creen que su propuesta de forzar el cese del actual Gobierno podría hacerse realidad.

Los parlamentos son utilizados por Vox como altavoces para extender sus mentiras y discursos de odio. Los medios afines, demasiados para cualquier democracia europea, les ofrecen cobertura y difusión para sus bulos y falsedades, y las redes sociales son el campo de batalla en el que todo vale. El fachavirus se extiende y solo hay una forma de ponerle freno: aplicar todos los instrumentos legales en defensa de la democracia.

Quienes incumplen las reglas democráticas no pueden participar en las instituciones. Quienes cometen o difunden delitos tipificados en nuestra legislación deben sentir sobre ellos el peso de la Ley. No podemos mantener el actual estado de impunidad. Si no ponemos coto, el fachavirus se extenderá a todos los niveles de nuestra sociedad y ello supondría el fin de los derechos y libertades que tanto nos costó conseguir.

Plumaroja