DCLM.ES · OPINIONES · Francisco R. Breijo-Márquez
16.06.2016
Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca
Por Francisco R. Breijo-Márquez
Bien que lo dejó escrito don Francisco. Yo también soy de ese parecer, pues tanta Libertad - malamente entendida -, me ha engendrado una tremenda Pereza.
Posiblemente lo que toca ahora es hablar- escribir en mi caso - sobre las próximas votaduras; sobre lo gañanes y embusteros que son unos caudillos respecto a los propios. De lo de conseguir el verdadero estado de "bienestar" que tan rayado me tiene con tanto truhán, desaforado y parlanchín politiquero. ¡Es la Moda!
Pero me niego. No es mi caso. Al menos en estos momentos. Que estoy hasta ese moño –del que carezco- de tanta fantochada neoliberal-populista-podemita-centroprovechista o de la línea que quieran poner de Moda los futuros regentes de estas tierras. De tener futuro, por supuesto.
Tanto es así que uno ya no sabe qué es liberalismo, que es conservadurismo, populismo, venezolanismo, ni lo que pretenden desempeñar. Lo de provechismo sí: son todos estos individuos… y a tutiplén.
Posiblemente lo que está en Boga. Precisamente por eso me niego a hacerlo. ¡Menudo tostón!
A mí las Modas siempre me trajeron al pairo, cuando no verdadero tormento. Y si me las intentan meter con desvergonzada cucharilla… ya ni me cuento: mi rebelión se torna absoluta, rozando la revolución y el desdoro.
Me niego a seguir las Modas. Si son del vestir, prefiero gastarme una pasta en sastres que ir uniformado igual al resto de mis congéneres. Con decirles que una vez, cuando era adolescente, anduve de tienda en tienda buscando una camisa de once varas con la única intención de meterme en ella les digo, si no todo, si una parte de mi aversión natural a las Modas y los escaparateos. No estoy inventando.
El título del presente viene porque el otro día me dio por oír el concierto que Paco Ibáñez concedió en el Olimpia parisino, allá por el año 69, donde –por lo que me han contado- estaba petado de exhibicionistas, supuestos antifranquistas españoles, de buen yantar y bolsa llena, con el único propósito de describir, hasta la indigestión más asquerosa, sus más firmes conviciones político-sociales ante los paisanos más carcas que no tuvieron parné para el viaje ni para el boleto. Eso sí, a la oreja del pardillo y en puro susurro. Por si las moscas. Por si algún gris lo podía escuchar y entonces tener que decir aquello de "no…si yo no era el del concierto; era una amigo franchute vestido de azul eléctrico que pasaba por ahí", con tal de no tener que salir corriendo delante de él y de sus secuaces. Presumiendo, por supuesto, años después ante de sus hijos que él fue de los que no paraban de correr, descamisados y sudorosos, delante de la pérfida "Policía Armada" (léase los 'grises').
Era lo que se llevaba y aun se lleva. ¡Era la Moda! El alardeo más patético sobre algo que jamás les sucedió y nunca hicieron.
Nada hay nada más tragicómico que jactarse uno de aquello que jamás mamó.
¡Ah!...pero era la Moda aquello de correr delante de los grises y recitar en pésima declamación las canciones de Paco y sus poetas. Un servidor no pudo acudir al concierto; porque no disponía de pasaporte ni dni; y más que por tales carencias, porque iba de pantalón corto y babatel para no manchar el babi con el bocata de chocolate "Valor" que mami repartía para merendar.
Pues eso. Que me pongo a escuchar al gran Paco y se me ponen los pelos cual escarpias (también era un juglar de "Moda" en mis comienzos universitarios allá por el 75, aunque tal Moda si me molaba, y me mola).
Comento tal sensación con algunos amigos y me empiezan a dar un tostonazo descomunal con los consabidos "eso si que eran buenos tiempos", "eso sí que era un cantautor "- que yo sepa, Paco no ha compuesto ni una sola canción en su vida –", esos sí que eran poetas malditos cuando corríamos delante de los grises recitándoles: Lorca, Lorca…Lorca".
Yo nunca corrí ni delante, ni detrás ni en diagonal. La única buena hostia grisera me la lleve mientras tanteaba a un tal León Felipe en una librería de las cutres. Así es que, que no me vengan con mandangas ni inventos.
¡Lorca! Nada menos que García Lorca, el mejor y mayor poeta de todos los tiempos españoles, y de mucha parte del extranjero.
Ahí cuando salto. Más que saltar, que ya no tengo esqueletos para esas veleidades, me cabreo. Y mucho. Es entonces cuando se junta toda la cuadrilla contra uno (si serán cobardicas), que soy yo, y me empiezan a encasquetar una tabarra incontrolada con el Lorca, con el Cervantes y…con todos esos que tan de Moda están hoy día y tan olvidados hace solo dos.
¡Ay de aquel que ose decir que esos tales, ni fu ni fa! Que no he logrado leer el Quijote ni una sola vez del tollazo que me resulta (por más que utilice don Miguel más de 25.000 vocablos cuando el más culto de nuestra especie e idioma no usa más de 5.000). Que me aburre un montonazo, vaya.
Y a Lorca ni de refilón. Posiblemente le tomé algo de ojeriza cuando me enteré – si es que fue verdad, que esa es otra – que echó a la puta calle de su residencia de estudiantes a Miguel Hernández porque no era poeta, sino cabrero, y las musas no se arriman al pestazo. Con Alberti algo parecido, aunque más disimulado. Que no lo trago, ea. Solo es, para un servidor un maestro consumado del invento palabrero para rimar en asonante (nunca he olido el perfume de cuchillo negro, ni he visto que la luna vaya a la fragua, con o sin polisón de nardos; uno es más realista y menos ilustrado, más Sancho, que diría un cervantino).
¡Ah! Pero…están de Moda y eso es lo que ordena y manda sobre todo cuanto es y cuanto existe. Los que nos salgamos del rebaño y el guión… ¡destierro, excomunión, hoguera y decapitación! por heréticos, toscos y ramplones ignorantes. Conmigo ya las pueden ir preparando, que bien que me brindo sin resistencia pero en pura desobediencia.
Oye, a quien les guste, pues que le guste. Pero que no los intente meter embuchados contra las preferencias de los discordantes. De igual manera que éstos no intentan hacerlo con los cevantinos ni lorquianos.
¡Respeto, señores, respeto! Que uno prefiere ser un iletrado- si es que lo es- a un cultureta de medio pelo.
Pues eso, que como escribió don Francisco, estas son mis verdades al respecto. Y, «Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca» (es así, sensu stricto, en el sentido de "puesto que…" "en tanto que…" y no «Es amarga la verdad, quiero echarla de la boca» como declaman muchos de mis eruditos detractores – y de los que opinan cual yo, que los hay-.
Echada queda pues. De mi boca y de mis teclas. Que no soy muy de amargores ni amarguras.
Pero que los que quieran degollarme por tan infame herejía, pidan cita previa que no puedo atender a todos a la vez.
A pesar de la Pereza que me produce tanta Libertad enjaretada, sigo teniendo mis principios y mis gustos. Aunque discrepen éstos con la Modas.
Pues faltaría más.
Francisco R. Breijo-Márquez
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