DCLM.ES · OPINIONES · Francisco R. Breijo-Márquez
Esto de unir palabras, -bien fuere por entretenimiento, bien por denunciar en propia rectitud lo considerado como altamente denunciable, o bien porque te resulte moralmente necesario-, día a día soy más consciente de que precisa, inexcusablemente, de práctica. Como ocurre con todo en esta bogadura que tendemos a llamar Vida.
En otro caso, te atrofias. Te rehúyen las palabras y hasta el sentido que pretendes darles. Te abandonan, se piran, te olvidan sin memoria alguna a adeudar.
Cuando no te abandonan las musas por desatenderlas íntegramente, y no mimarlas como manda cualquier dios que se precie, te abandona el ímpetu de escritura o se consolida la pereza en el tecleo.
Otras veces no encuentras el tema adecuado para el escrito y te dejas llevar por el parecer que merecen los distintos guiones a seguir desde los distintos medios de comunicación, que a la vez te imponen los mismos como si de ‘fiesta de guardar’ se tratara. Verbigracia -un mínimo ejemplo - Telecinco con sus temáticas y colaboradores... me resultan infaustos, deplorables; y sin embargo lo petan en el “reputado share”.
Escribir sobre alguien perteneciente a tu ralea, a veces apetece; pero siempre pienso si no parecerá al lector (y lectora) demasiado chauvinista, endogámico. No sé. Pero esta vez me toca. No podría obviar escribir sobre Martina.
¿Y si llegase a convencerla con esta lectura? No podría renunciar ni arriesgarme a que lo lea y…, la disuada.
Si. Así. Como dice el título de este escrito:
Martina Breijo: Doctora en Medicina. Ph. D. (Philosophical Doctor).
Sólo tiene catorce -le falta un cacho de tiempo aún para los quince- y no ha habido manera de convencerla hasta ahora de que no lo lleve a cabo, que no se empeñe en la faena.
Pero como si quiero arroz catalina. No hay manera de apearla de ese burro que tan mal me cae (el jamelgo, digo) y no creo que mejore mi percepción para con el pollino. Cual el que oye llover es el caso que me hace ¡A estas alturas, ni de coña!
Lo curioso es que la muchacha tiene diáfana la elección desde los siete. Ocho como mucho, y exagero.
Los argumentos que colige para persuadirme de mis pretensiones de no estudiar Medicina son que «… ella no puede contrariar lo que sus genes atesoran y reflejan. Que de casta le viene a la galgo. Que no hay otro oficio que le guste más...»; y otros variados e incuestionables firmes argumentos.
Aunque bien es cierto que, si nunca puse pegas a las carreras y estudios que decidieron hacer mis hijos (tengo de todos los oficios en la familia, y muy dispares entre ellos), no iba a ponerle exclusiones a una nieta.
Porque es una de mis nietas; la segunda más concretamente -de Carla, la primera, ya escribí hace unos años- : “Carla y yo”, por si gustan.
Que sean su padres quienes intervengan en el asunto, oigan, que además de hijo mío, es entendido en leyes y también debe llevar los mismos genes .
De ser alguien, que sea él. ¿No les parece? Que uno ya cumplió y ya no toca. Aunque me temo que el resultado sería también infructuoso.
Uno ya ha decidido hacerse el longuis, que es más cómodo. Y que san Pedro se la bendiga si es que Dios se la da.
La muchacha no ha de tener ni idea de lo que le espera con ello, so pena que con el tiempo cambie de opinión y deseos. Por mucho que manden y ordenen los genes que aduce.
«La he mamado -la Medicina- desde que nací!», viene a decir. O así lo entiendo.
Hace unas horas hablé con ella y corroboró todo lo dicho pero con un añadido: Quiere ser médica de Urgencias. ¡Toma ya!
Con tal de que su afán no se deba a alguna serie televisiva de médicos que vea en cualquiera de las cadenas -públicas y privadas- dónde en un servicio de urgencias se arreglan rotos y un descosidos a mansalva sin necesidad de poner en conocimiento de los eventos a los expertos sobre el asunto, y para colmo les salga todo bien…, yo casi contento. (En mi época, el Dr. Cannon hizo estragos, no a un servidor que entró en el oficio de puro rebote, pero a otros les destrozo, que bien que lo sé).
En fin… Ya que está decidida a ser médica, algunos consejos habré de darle. Más por viejo que por sabio, claro está. Si los quiere los toma y si no los deja, al igual que las lentejas.
Aquí esbozo unos cuantos si me lo permiten (y si no, también):
Mantén atención plena a todo lo que tus profesores aduzcan en las lecciones magistrales, y acompáñalas con revisión de textos referentes al tema. Esto te ha de durar toda tu existencia...toda. Será tu compromiso permanente.
Nunca te dejes llevar por criterios de compadres que te asomen la mínima duda, y no omitas jamás en refutarlos si el equívoco -muchas veces continuo- intenta vestirse de certeza. No te calles jamás.
No toleres las especulaciones, conjeturas, presunciones, deducciones y demás, si es que adivinas que sólo son producto de engolados criterios personales, sin base científica alguna -recuerda siempre lo que ha ocurrido con la celebérrima pandemia de “la Covid19” (la llaman en femenino) -. Podrás parecerles repipi, pero nunca ignorante.
No mengües al camarada del 112 (o 991) que te consigne un determinado sufriente por una posible enfermedad en la seguridad de que no es ese el diagnóstico. Todo lo contrario, concédele tu respeto por muy equivocado que estuviese.
Ten en cuenta que -en muchas más ocasiones que las deseadas- ese camarada que te lleva al hospital al sufriente, ha puesto a caer de un burro al primer camarada que solicitó sus servicios por no disponer de material adecuado y necesario en su puesto. Y así sucesivamente.
Esto suele ser así. Te vas a apuntar a un oficio en el que se desprecia al compañero, supuestamente de inferior jerarquía, de manera habitual y sin concesiones, mucho más intensamente que en otros oficios que conozco. Aunque se cuezan habas en todo vericueto.
Y, como colofón, no te conformes con ser Licenciada, has de ser Doctora en Medicina.
A ser posible -y sé que lo será-, no te doblegues si logras tan sólo un “Cum Laude”, ni siquiera un “Magna Cum Laude”.
O “Summa Cum Laude” o nada. O César o nada...ya sabes. (Que escribió Vázquez Montalbán, en nombre de César Borgia y su prosapia).
Que Dios te bendiga. Cumple tus deseos y que éstos te hagan feliz.
Y que tu singladura sea calma y provechosa.
Mi querida colega…mi querida terca nietecita.
Francisco R. Breijó Márquez
Por P. Moratilla
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