DCLM.ES · OPINIONES · Gloria Gallas
Vamos cada tarde al parque, miramos jugar a los niños. Ella es psicóloga infantil y hemos hablado sobre las virtudes y los defectos de niños y niñas, comportamientos a veces muy definidos que influyen sobre su manera de relacionarse con los demás. En algún momento de la conversación hemos pensado que muchos de los políticos que conocemos se comportan como esos niños que al parecer no han alcanzado la madurez o que, para tener razón, tiran de los mismos recursos que utilizan los locos bajitos como los llamaba Serrat.
Me hablaba mi amiga del cinismo de los niños que actúan con falsedad o desvergüenza descarada frente a sus propias mentiras y que, cuando cometen una falta no se hacen responsables de ella, distorsionan los hechos para librarse de la culpa y trasladan a los otros la responsabilidad o la mala conciencia. ¿Les suena?
Luego hablamos de los niños autoritarios que actúan como auténticos déspotas sin tener nunca en cuenta las opiniones o las necesidades de los otros niños. Si consiguen una posición dominante, quienes están a su alrededor les rinden pleitesía y suelen mirar a otra parte para justificar sus errores o su desprecio hacia los demás.
Hablamos de los egocéntricos para quienes el mundo gira únicamente a su alrededor, se consideran el centro de atención y piensan que sus opiniones son más importantes o autorizadas que las de los demás. Este defecto del ego suele estar unido al de la soberbia que exhiben quienes creen haber recibido de nacimiento una posición de superioridad o de privilegio frente al resto a los que desprecian tanto por sus ideas como por sus sentimientos. También está relacionado con el egoísmo de los niños y niñas que actúan solo en beneficio propio, sin importarles nunca las consecuencias que sus palabras o su actos tengan sobre los demás; el egoísmo suele estar unido a la mezquindad que implica no compartir nada de lo que se tiene o mostrar tacañería al hacerlo a regañadientes. Vinculados a los egocéntricos y egoístas, están los niños intolerantes que desprecian los puntos de vista ajenos y erigen los suyos como los únicos válidos. O los orgullosos que también se consideran superiores y se dedican a exhibir de forma excesiva sus logros o sus posesiones. Son niños arrogantes que se vanaglorian de lo que tienen y piensan que se sitúan en una situación de privilegio ante los demás.
También hay niños y niñas corruptos que abusan de posiciones de poder o de confianza, para el beneficio particular, en detrimento del interés colectivo, reciben beneficios, a cambio de acciones, decisiones u omisiones, tratan a los otros niños de forma cruel y son capaces de traicionarlos para conseguir una ganancia personal.
Junto a ellos, los niños desleales que traicionan a los suyos, que no cumplen con su palabra o sus compromisos de fidelidad, veracidad y reciprocidad. Desde un trato deshonesto, anteponen sus intereses a los compromisos adquiridos, no cumplen su palabra con sus amigos, su grupo o con su familia.
También existen niños necios o tercos que se empeñan en defender sus acciones o sus creencias, aunque otras personas les adviertan de que son erróneas o injustas.
Hay niños crueles que disfrutan del dolor ajeno y que incluso les causa placer generarlo en los demás, sin inmutarse o compadecerse.
Mi amiga, la psicóloga me dijo que otro defecto muy político, observado en los más pequeños en sus juegos es la falta de honestidad como propensión a la mentira o al bulo y también a ocultar datos en busca de un beneficio personal o de daños a terceros.
En estos niños se suelen combinar estas actitudes con la indiferencia o la indolencia, que les permite evitar conmoverse ante el sufrimiento ajeno.
Aunque la relación era ya muy completa, me llamó especialmente la atención, el defecto de la incompetencia que muestran sin pudor personas que no están capacitadas para asumir ciertos puestos de responsabilidad a los que llegan por enchufe.
Me dijo mi amiga que hay niños conservadores que manifiestan un gran temor al cambio o a la renovación porque piensan perder privilegios, aunque en ocasiones los cambios pudieran incluso favorecerles.
Otro gran problema infantil es la hipocresía, el arte de fingir cualidades o sentimientos que son precisamente opuestos a los que verdaderamente se tienen o se experimentan. ¿Les suena?
Hay niños violentos, irascibles, irritables que se manifiestan con palabras y gestos agresivos, una ira desmesurada que muchas veces no guarda relación con el agravio supuestamente recibido. Incluso se muestran vehementes sin agravio previo, por mero deporte o por adicción.
También existen niños fanáticos, apasionados que inyectan una tenacidad desmedida e irracional en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas, deportivas o políticas.
Hay niños desconsiderados e irrespetuosos que desprecian, molestan, ofenden, humillan o maltratan y los hay también imprudentes que actúan de forma impulsiva sin tener en cuenta las consecuencias de sus actos.
Un defecto particularmente político es el de la conveniencia, una forma de actuar que solo persigue una utilidad para sí mismo sin tener nunca en cuenta las necesidades ajenas.
A los defectos mencionados hay que añadir otros tres y uno final muy extendido, por desgracia, en nuestro mundo. Son la superficialidad que nunca profundiza sobre los matices; la avaricia de quienes atesoran bienes materiales de forma desmedida y el rencor o la hostilidad y el profundo resentimiento hacia otro niño del que supuestamente se ha recibido un trato injusto u ofensivo.
Dejamos para el final la ingratitud de los niños desagradecidos que no muestran reconocimiento o aprecio por favores recibidos. Es más, los niños ingratos suelen pensar que los demás están obligados a satisfacer sus necesidades o deseos y nunca se mostrarán por ello agradecidos: para ellos lo normal es recibir beneficios y despreciar a quienes se los ofrecen.
Si eres político o niño, no te preocupes. Es probable que atesores virtudes, que también existen. Entre ellas la lealtad, la prudencia, la honestidad, la generosidad, la empatía, el respeto, la rectitud, la fidelidad, la resiliencia, la compasión, la solidaridad, la serenidad, la sabiduría, el compañerismo, la inteligencia, la transparencia o la gratitud.
Propósito de enmienda y hacia las virtudes que nos harán a todos un poco más humanos.
Gloria Gallas
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