DCLM.ES · OPINIONES · Francisco R. Breijo-Márquez
Me decía un veterano de guerra del llamado Oriente Medio -que cada vez es más cercano- que la guerra no sirve para nada. Nunca. Y mucho menos en aquellas zonas. Israel, Palestina (Gaza, Cisjordania), Líbano, Siria. Irak. Irán… y siguiendo.
La guerra no resuelve nada. Nada en absoluto. Mucho menos, si cabe, en aquellas tierras de Yavhé o de Allah.
Nada más acabar una guerra, te das cuenta de que los motivos por los que dicen que estalló no han desaparecido (ni desaparecerán) o se les han sumado otros nuevos, a consecuencia de los cuales, estallará otra en la que los antiguos enemigos serán sin duda los nuevos amigos y los antiguos amigos serán los más feroces enemigos esta vez.
La guerra es hija de la violencia. Y la violencia es hija de la fuerza física.
Y este trinomio no engendra sino iniquidades.
No le faltaba razón alguna a dicho veterano. Y amigo.
Al menos en lo que se ha venido a llamar Oriente Próximo, o Medio. O como quieran llamarlo.
Con la cantidad de cerebros lúcidos que debe haber por el llamado mundo libre, no creo que ninguno – ni solos ni asociados – logren una solución definitiva a dichos problemas orientales, cuya única finalidad es la muerte del contrario. Sea quien fuere. Sin importar el lugar, la hora ni el destino que apuntará.
Inshallah, lo he titulado de la misma forma que Oriana Fallaci -la florentina que siempre amaré-. Mi admiración tanto por la mujer, por la periodista y por la escritora no encuentra calificativo en mi diccionario. Y ella me resulta un ‘uno’: no podría decidirme sobre qué cualidad elegiría. Posiblemente la mujer, que englobaría el ‘todo’.
Que adoro Florencia, nadie en mi entorno lo duda. Que amo a Oriana – esté dónde esté, los que estén allá lo agradecerán - , pero me impactó “Inshallah”. Su libro sobre una de las guerras en Oriente Medio. La palabra es de origen árabe, musulmán, y viene a decir “si Dios quiere”.
Que admiro a Israel, a los hebreos, a los judíos, tampoco puedo evitarlo. Los he conocido de cerca. En todos los lugares hay judíos. Esa raza, esa casta, esa estirpe que, en un tiempo, un tal Adolfo Hitler y sus secuaces intentaron borrar de la faz del universo.
Estén y vivan donde estén y vivan siempre estarán unidos. No importa si se lleven mal particularmente. Eso siempre pasa en las mejores familias.
Pero... ¡Ah!
A la hora de defender lo que les resulta a esa raza imprescindible, son millones en uno.
Justamente al revés de sus enemigos de toda la vida, que se pelean entre ellos mismos aun siendo de la misma raza. Por un quítame esas pajas.
Las dos principales ramas de estos musulmanes son los “Suníes” y los “Chiíes”, siendo el primero el más numeroso. Ambas comparten las mismas fuentes primarias: El Corán y la Sunna. Solo – o casi – se diferencian en el quién sucedió al profeta Mahoma. Si fue su yerno o su suegro o.…vaya usted a saber.
El caso es que, cuando menos se lo espera uno, salta la liebre y se lían a hostias y misiles y metralleo entre ellos.
A los judíos, si le pegan una a uno de ellos, hacen piña, (por mal que se lleven unos con otros) y no hay dios que los detengan.
Eso sí: llevan muy a rajatabla eso de la ley del Talión, del ojo por ojo, diente por diente. Pero aumentado, o sea, que si se te ocurre quitarles un ojo – o le lanzas un misil, por ejemplo -, no es solo un ojo el que te quitan...es el acabose de ojos , de dientes y de lo que sea menester. Y lo peor, no sabrán jamás ni dónde, ni cuándo ni de qué manera.
Pero que se vaya preparando quien haya osado quitarle un ojo.
Particularmente, y como ya he escrito antes, no creo que esta guerra tenga solución nunca. La guerra no servirá nunca para nada.
Me preocupa esta guerra – porque es una guerra, aunque lo intenten suavizar con conflicto y otras florituras -. Claro que me preocupa.
Salirse por la tangente con los civiles masacrados denominándolos eufemísticamente como “daños colaterales”, me joroba un montón.
Y los medios de comunicación no paran de emitir imágenes de niños envueltos en pequeños trapos blancos. Y de mujeres. Y de todo el mundo llorando las pérdidas. Y , lo que es peor, casi llorando yo.
Por tanto, tengo que apagar la tele. Y esperar que paren ya de tirarse tiros.
Y valorar cuándo parará esta guerra y cuánto tardará en llegar la nueva.
Claro que, podría decir que lo que más me preocupa es que fijo que va a subir la gasolina. Que mi coche no es eléctrico no híbrido,ni nada de eso.
Bien cierto es que me gasto más en baterías por falta de uso que en gasofa.
Pero no quiero que suba el petroleo. Y va a subir. ¡Vaya que sí!
Volviendo a lo escrito antes: Nada más acabar una guerra, te das cuenta de que los motivos por los que dicen que estalló no han desaparecido (ni desaparecerán) o se les han sumado otros nuevos, a consecuencia de los cuales, estallará otra en la que los antiguos enemigos serán sin duda los nuevos amigos y los antiguos amigos serán los más feroces enemigos esta vez. La guerra es hija de la violencia. Y la violencia es hija de la fuerza física. Y este trinomio no engendra sino iniquidades. Por mucho cerebro lúcido que ande por ahí ‘despistado’.
¡Seguirá siempre siendo una infamia descerebrada!
Francisco R. Breijo Márquez
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