Pastolini y el fijo

Por kimi

02.12.2021

Me tienes que enseñar a manejar este aparatito porque yo no termino de cogerle el punto, dijo Adela a su amigo Pietro Pastolini mientras le mostraba una colorida bolsa de la factoría platanomelón.com. Pietro estaba lanzado en modo didáctico porque no había nada el mundo que le agradase más que enseñar cosas, los vecinos habían llamado varias veces a la guardia civil, a la policía local y nacional. Su casa parecía a veces una manifestación del Jusapol, pero en ese momento sonó el teléfono fijo. Joder, el teléfono fijo era una reliquia, algo que no sonaba desde hacía cuatro años aproximadamente. A Adela le encantan las novedades además de los ciborg, así que se lanzó a por el teléfono y dijo un “holaaa” alargado y entusiasta. Pietro Pastolini no supo nunca quien le habló por línea fija a su aventajada alumna ni lo que le dijo pero, fuera lo que fuera lo que escuchó su vecinita, le cambió el signo del rostro, el humor vítreo y el carácter habitualmente encantador y complaciente. Vete, le dijo a Pietro, vete por favor, necesito estar sola. Pero…, Adela, tengo que enseñarte cómo funciona esto, mira: este botoncito se presiona y… Vete, Pietro, te he dicho que te vayas a tu casa ahora mismo. 

Pietro se fue con la didáctica entre las piernas y con una enorme incógnita en el lado izquierdo de su cerebro. En el derecho, aún vibraban las emociones que se habían puesto en órbita espacial porque Adelita era su favorita para experimentar sus juegos, adoraba la forma en que se adaptaba a las novedades, su abierta respuesta, sus expresiones, la vivencia del gozo, la vocalización copulatoria, su piel un poco más oscura en orificios, labios y cavidades, qué mosca le habrá picado a esta con esa llamada del puto teléfono fijo, se dijo al lanzarse sobre su cama, aún medio deshecha a media tarde. 

Adela, mientras tanto, no paraba de caminar de un lado para otro del salón de su casa mientras balbuceaba frases indescifrables. Se puso el chubasquero amarillo con capucha, una de sus prendas favoritas afelpada en el interior con un agradable forro de cuatros rojos y bordes amarillos, cerró la puerta de un portazo y salió a la calle donde corrió bajo la lluvia, a veces riendo y otras sofocada por el diluvio que pronto le empapó las deportivas, los vaqueros… El propio chubasquero parecía una barca de plástico perdida en el océano navegando hacia alguna costa ignorada donde ún náufrago de larga barba lo encontraría algún día para hacerse con él una bandera.

Ahí los guionistas de la serie se quedaron atascados. Ahora tenían que encontrar un buen motivo que justificara la reacción de Adela ante la llamada de teléfono y el brusco cambio que habían dado los acontecimientos en una serie de contenido erótico pero no vulgar como les habían encargado los productores. 

Yo qué sé, dijo Fernando, yo me voy a casa y mañana seguimos. O si no, pasamos de la llamada y seguimos con el vibrador. Bueno, mañana vemos, chao Manolo que empiezo a estar hasta los huevos de esta serie.

Kimi