Dona una nube

Por Kimi

26.06.2024

Adela y yo teníamos una relación cariñosa pero no pasaba de ahí. Solíamos quedar para dar paseos por el campo y alguna vez nos dábamos la mano. Ninguno de los dos intentó besar al otro, tal vez por miedo a ser rechazado, al menos en mi caso era así, aunque me moría de ganas. Imaginaba que ella buscaba mis labios y muchas noches me dormía con esa ensoñación, relajado y casi feliz. El martes por la tarde -hoy es jueves- la encontré rara. Normalmente disfrutábamos de un diálogo gaseoso, un poco loco, historias que iban fluyendo sin juzgar a nadie, sin analizar nada concreto, ella me decía hoy el cielo está melancólico nefrítico y yo le respondía van a llover piedras como riñones, dona una nube, y cosas por el estilo que luego nos daban mucho juego entrando y saliendo, jugando con palabras como frenético, ridículo, espasmódico y orgásmico. El martes pasado la encontré seria y cortante, breve y dos veces buena le dije, pero apenas sonrió ni me siguió el juego, dijo vamos a sentarnos en esa piedra y fue cuando me soltó que había conocido a otro, o mejor que quería conocer a otro, al otro tú, me dijo, dulce, cariñoso, amable, me rodeó con sus brazos, nos besamos y lloramos. 

Ahora, Adela y yo llevamos una semana viviendo juntos en mi casa, hacemos el amor dos o tres o cuatro veces al día, nos despertamos por la noche, nos reímos, nos amamos y volvemos a dormirnos, ¿este es el otro que querías conocer?, le pregunto, sí, pero no quiero perder al otro, otro. Escuchamos otra vez nuestra canción, Libertango de Hauser y Ksenija Sidorova, qué guapos decimos, ponla otra vez.

Adela y yo tenemos los mismos gustos, su piel, su blusa amarilla de seda y sus sortijas que hacen sortilegios. A ella le gusta mi ombligo del mundo, podría pasarse horas jugueteando a su alrededor y se pasa horas acariciando los contornos mientras me cuenta historias de su pueblo y apoya los rizos de su cabeza en la palma de su mano blanca mirándome con sus ojos de miel desde diferentes aspectos, el analítico, el romántico y el perdonavidas, ahora me estás perdonando la vida, gracias, de nada, qué haría yo sin tu vida, vida.

Kimi