Lamidos de lengua negros

Por César Manuel

22.12.2024

Cuando salí a la calle pensé otra vez en los coches, parpadeé unas cuántas veces porque lo veía todo nublado y se lo dije a mi esposa. Noté que se preocupaba porque un compañero suyo de trabajo empezó así y tuvieron que operarle de cataratas. Fui a una farmacia y me dieron unas gotas con ácido hialurónico que ahora está muy de moda, me las puse en plena calle, pero mis ojos seguían mostrándolo todo difuminado. Mi esposa llamó a una amiga suya, compañera de clase de cerámica que tiene una óptica y me puso en altavoz. Le preguntó mi edad y le dijo que no me preocupara mucho, porque lo más probable es que se tratara de un problema ocular leve debido a una fisonomía irregular de la cornea, o bien un mareo, una bajada de tensión, llamada, dijo, hipotensión ortostática, joder. También era posible que yo hubiera dormido en una posición inadecuada, comprimiendo el nervio óptico, entre otras posibles causas leves. Lo peor, añadió, es si se trata de algo más grave como cataratas, glaucoma, una degeneración macular asociada a la edad, una retinopatía diabética o una enfermedad cardiovascular. Eso dijo la óptica optimetrista, amiga de mi mujer y luego me recomendó que acudiera al oftalmólogo de inmediato.

Antes de hacer caso a la sugerencia, decidí acudir a la consulta de mi amigo, el doctor Ombligo. Me miró los ojos, me preguntó: tu, ¿cómo me ves a mí?, le dije que le veía vaporoso y difuminado y entonces me dijo si podía acordarme de lo último que había hecho yo antes de notar la visión borrosa.

Recordé que le había dicho a mi mujer que estaba preocupado por el atasco inevitable que se iba a producir en breves años en nuestras ciudades por el aumento imparable de coches, pero ella no me hizo mucho caso porque estaba ya entrando en el primer piso donde anhelaba contemplar las preciosas obras de arte de 31 mujeres, una exposición de Peggy Guggenheim. Mi mujer es historiadora del arte y me comentó que esos cuadros fueron mostrados por primera vez en 1943, en su galería neoyorkina “Art of This Century”, en Estados Unidos.

Le dije al doctor Ombligo que luego subimos a la segunda planta donde se exponen los últimos destellos del impresionismo y fue al salir a la calle cuando vi los coches borrosos, miré al cielo y parecía tamizado de azul celeste.

El doctor Ombligo pensó un rato, me midió la tensión del ojo, “mira, esto es un tonómetro y mide la PIO con una leve corriente de aire que te aplana la cornea, no te asustes”. Me asusté porque nunca me habían soplado en un ojo, pero me tranquilicé cuando me dijo que todo estaba correcto.

“Tengo una teoría”, me dijo y me explicó que el impresionismo era su movimiento preferido, “un arte muy potente que ya me imagino nada más escuchar los nombres de algunos de sus autores: Pissarro, Monet, Degas, Renoir, Cézanne, Sisley, Morisot… El nombre, impresionismo, se lo puso un tal Louis Leroy que era un crítico de arte,  sorprendido al contemplar el cuadro de Monet “Boulevard des Capucines”, en una exposición de artistas de París en 1874. Su crónica fue demoledora: “…Tenga la bondad de decirme qué representan esos innumerables lamidos de lengua negros en la parte inferior de la imagen".

Supongo que no fue fácil asimilar aquella pintura que atrapaba un destello de luz, desmaterializaba la forma y, fugazmente, se olvidaba de los contornos; utilizaba con pasión los colores puros, dejaba la huella de espátulas o pinceles. En el impresionismo las formas se diluyen, ya no dependen de su propia naturaleza sino de la luz que se arroja sobre ellas”.

¿Quieres decir?

Lo que te imaginas, amigo. La exposición sobre el impresionismo te ha impresionado porque tienes alma de artista y por un tiempo has deseado ver la vida como se plasma en los cuadros. No te preocupes, si quieres volver a tu estado normal te recomiendo que veas unas cuantas obras de Antonio López, por ejemplo, sumérgete en el hiperrealismo fotográfico tan meticuloso que llega a crear la ilusión de una realidad que no se llega a ver en las fotografías… Aunque bien pensado, mira la vida tal como es, mira los coches como si fueran la próxima invasión extraterrestre y en un par de días, volverás a ser el de siempre.

Gracias, doctor Ombligo.

César Manuel