Melody Gardot

Por Señorita Grisel

09.02.2021

Lo estaba esperando, sabía que de un momento a otro Mario se decidiría. Pero nunca pensó que iba a hacerlo por wasap. Marta estaba viendo el octavo capítulo de la décima temporada de “Escualos escuálidos” cuando sonó el tono “Aurora” en su iphone 7. Lo miró con desgana porque Marta no es de las que abandona ni en los libros, ni en las series y aquella producción danesa ya la estaba crispando: había visto tantas veces a los protagonistas que se los encontraba por la calle, los guiones daban giros ridículos y no entendía como alguien podía gastarse tanto dinero en una serie tan decadente: ¿acaso habían perdido el criterio? ¿Se les había agotado el ingenio? Porque al menos las cuatro primeras temporadas le parecieron vibrantes, inteligentes, rodadas en unas localizaciones de ensueño. Ahora se lamentaba de habérsela recomendado su novio, Mario que acababa de escribir en su wasap: “Haber cuándo nos casamos”.

Marta paró la serie y releyó varias veces aquella proposición o, mejor, aquel verbo tan indecente. No soportaba a las personas que utilizaban el infinitivo en vez de la preposición “a” y el verbo “ver”. En ese mismo momento empezó a odiar a su novio.

Lo primero que hizo fue llamar a su mejor amiga, Petunia: 

- “No sabes lo que me ha pasado, Pet. Ya sabes que llevo más de un año esperando que Mario se decida a dar el paso, que nos casemos y nos vayamos a vivir juntos a su piso. Pues, por fin, me lo ha pedido pero fatal, tía, fatal, de lo peor…

- ¿Qué ha pasado, joder?

- Lo peor, tía, lo peor. No solo me lo ha pedido por wasap sino que me ha escrito “haber si nos casamos” y haber todo junto y con hache, en vez de a y ver. Esa falta, exactamente esa la odio, no la soporto…

- Hija, a lo mejor es una broma, llámale y le preguntas…

- No, no le voy a llamar porque me ha puesto de mala hostia. Primero, algo tan importante no se pide así, por móvil. Se organiza una cena con velitas y con música de Melody Gardot o de Stacey Kent. Él sonríe, levanta una ceja, se levanta entero, se arrodilla, abre una cajita y en su interior veo brillar algo muy grande. Entonces me pregunta: “¿Quieres casarte conmigo, amor mío?” Y a mi se me cae una lágrima, me pongo la sortija, le doy un beso aunque nos esté mirando todo el mundo, y le digo: “Si, mi vida, quiero”.

- No se, hija, ya sabes que ahora todo ha cambiado con esto de las redes sociales, esa escena es como vintage, de película y eso ya no se lleva, Marti, hija…

- ¡Pues que se joda!

- ¡Hija!

- Que se joda ¡y no me llames hija, joder!

Marta cortó el teléfono y siguió odiando un poco más la serie, haber, haber, haber si te coges el puto virus mamón de los cojones, dijo.

Mientras, en casa de Petunia, Mario dijo: “Te dije que funcionaría”. Abrió el móvil, conectó el bluetooth con los altavoces Samsung de la barra de sonido de la televisión, buscó “Three Little Birds” de Stacey Kent y cuando empezaron a sonar los gorjeos de los pajaritos sonrió, levantó una ceja, se levantó entero, mostró a Petunia una cajita negra de ciertopelo, la abrió y le preguntó si quería casarse con él y vivir juntos toda la vida en aquella preciosa casa que ella había heredado de sus acaudalados padres. Mientras el brillo del pedrusco se liberaba de la garra de la caja y hacía temblar la luz en su dedo, Pet respondió “Sí, mi vida, quiero”.

Señorita Grisel