Conspiraciones: viento en popa

Mi nuevo cargo me abrió puertas inesperadas. Me invitaron a la reunión anual de un club que no sabía ni que existiera. Un nombre raro. Me enviaron el billete de avión en primera y la reserva en el hotel de cinco estrellas. En total cinco días, tres de ellos para disfrutar en compañía de la persona elegida aunque también podía viajar sola. Las reuniones tendrían lugar miércoles y jueves, perfecto. Era lo que me imaginaba, exactamente. Los más poderosos del mundo nos reclutaban para que hiciéramos el trabajo previsto. En los cócteles nos relacionábamos con otros políticos de buena parte del mundo y al terminar las sesiones ofrecían todo tipo de lujos masajistas, compañía, visitas guiadas a la ciudad. A partir del momento en que nos comprometiésemos, pasábamos a formar parte de una especie de hermandad con unos objetivos comunes: hacer más ricos a los ricos. A eso se reducía todo el montaje. Hubo una sesión particularmente curiosa en la que nos hablaban sobre como ampliar los límites de la conciencia, vamos que nos resbalara cualquier abuso sobre otros seres humanos. Allí había banqueros, curia romana, personajes muy distinguidos que no conocía, algunos habían llegado en helicópteros. Naturalmente me uní al grupo y al volver a mi pueblo empecé a tomar medidas al respecto. El cura, el médico y el alcalde volvían a recuperar el prestigio perdido junto al director del banco y el juez. Establecimos el lugar de encuentro en la finca del rico del pueblo que ahora era uno de mis amantes, cazábamos ciervos mientras planeábamos nuevos negocios muy lucrativos para los nuestros. Viento en popa, las puertas estaban abiertas.

Gloria Gallas