Santa Yuso de las Pandemias

Virtuosa joven madrileña a la que los azares de la vida llevaron a puestos de gran responsabilidad pública, cuando su natural humilde había encontrado recogimiento en controlar la imagen pública del perro de su dueña.

Aunque su firme carácter resistió inicialmente aquellos cantos de sirena, su espíritu de servicio, el mismo que había aplicado, presuntamente, para conseguir un aval a su padre, que ingresó dinero público a no devolver en una empresa ruinosa, le llevó a creer en la salvación del pueblo madrileño bajo su luz y guía. Transcurrían los primeros años veinte de su siglo, cuando un demonio, mitad chino mitad comunista, expandió letal enfermedad entre sus súbditos, solo con la intención de desprestigiarla. Llegó el tal diablo a enviar la parca entre muchos de sus votantes naturales, los ancianos, viéndose nuestra santa obligada a permitir su tránsito sin alivio, quizás buscando así que ganasen plaza segura en el cielo.

Hostigada sobre todo por el trasgo Koleta I, se vio obligada a alimentar a los niños con pizzas, pues el duende se había encargado de que nadie pudiera proveerlos de otra alimentación.

Incontables fueron las tentaciones contra las que debió luchar nuestra doncella, de la que bien cabría decir que, en otros tiempos, sus enemigos sobrenaturales habrían llevado a la hoguera, cual nueva Juana de Arco.

Fue una de estas insinuaciones, muy mentada en su tiempo, la que le hizo el diablillo  Gaby el Ondo, en forma de mano tendida. Cual Cristo rechazó al diablo en el desierto, así se deshizo nuestra santita de aquel malévolo espíritu pecador, pues bien sabemos que el ladino tiene muchos disfraces para torcer la virtud de una doncella.

Mención singular merece en su vida la influencia de su mentor, de recuerdos marineros, incansable hombre de paz obligado a caer en tentaciones de mucho dinero fácil y luchas de mucha bronca, pues en defensa de la Fe a veces se hace preciso un estilo hosco, por ser el único que entiende el maligno colorado.

Jacinto Jardiel Jaén