La autenticidad

Limpiando el debate, hemos llegado a la conclusión de que el camino se centra en la autenticidad, uno de esos conceptos difusos que se entienden mejor definiendo lo que no son.No es autenticidad mentir y adornar las mentiras, ocultar una realidad parcial o aumentarla para construir argumentos interesados. Los artificios de la mentira generan personalidades sospechosas que siempre tratan de escabullirse en sus representaciones. Tampoco es auténtico adoptar frases, poses o comportamientos ajenos sobre todo si lo que se pretende es presumir con lugares comunes, copiar lo que en otras personas si es propio de su personalidad auténtica tratando de incorporarlo a un vestuario lleno de imposturas.

Sucede en el ámbito cultural y en cualquier otro, también en el político. En este último se aprende a mentir muchas veces por mimetismo. O se reúne un gabinete para desviar la mentira, generar argumentos que intenten taparla o encender el ventilador para desviar en lo posible la atención.

Llega un momento que la autenticidad se respira, igual que la falsedad, se nota en el ambiente, rodea a una persona o a un ámbito dónde se desenvuelven.

Nadie puede escaparse de la práctica de ciertos mimetismos, muchos aprenden imitando hasta que encuentran su propio camino.

Otros siempre serán unos impostores y se les notará tanto que serán uno de esos ejemplos que definen lo que no es autenticidad.

elObservadorDCLM